26 de marzo de 2023
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En este último domingo del mes de marzo, en el que se ha celebrado el Día del Seminario, dos jóvenes seminaristas de nuestra Diócesis que ya son diáconos y próximamente serán ordenados sacerdotes nos cuentan cómo ellos se levantaron y se pusieron en camino como reza el lema de la campaña de este año.
Saúl Muñoz
Estoy destinado en Santa María Madre de Dios en Villarrobledo. Amplio estudios de Historia de la Iglesia en el Instituto Teológico San Ildefonso en Toledo.
Soy de Riópar. A los 7 años comencé a ser monaguillo. Con 12 años, para San José, me encontré a la salida de la parroquia un tríptico del Seminario de Albacete y había una imagen que me llamó mucho la atención. Había un hombre “postrado en el suelo”. Empecé a preguntarme, ¿por qué no ser yo también sacerdote?
En plena adolescencia seguía vinculado a la Parroquia, pero tuve una pequeña crisis de fe. Me fui alejando de la vida parroquial y abandonando la idea del sacerdocio. Un día, en catequesis, el sacerdote puso un video sobre el encuentro de Papa Juan Pablo II, con jóvenes en Madrid en el año 2003 y dijo unas palabras que me llamaron muchísimo la atención: ‘Al volver la mirada atrás, y recordando estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo’ fueron estas palabras las que hicieron que volviera a plantearme la llamada al sacerdocio.
Una vez finalizados los estudios de Bachillerato, comencé mi etapa de formación en el Seminario, y durante seis años he ido afianzando esa llamada que Dios me hizo.
Alejandro Marquina
Quién le iba a decir a ese chico de Villarrobledo que nació hace 26 años que estaba a un pasito de ser sacerdote… Casi sin darse cuenta, Dios fue trabajando en su interior poquito a poco, en la discreción de un susurro que, como una suave brisa, encendía en su corazón una pequeña llama, una inquietud, una pregunta «¿y si Dios me llama para ser sacerdote?». Esa pregunta fue madurando con el paso de los años hasta que no le quedó otra que rendirse a Dios, abandonarse a su plan y confiar, simplemente confiar. Ya se encargaría el Señor de poner en su camino a las mejores personas para no dejarle caer y decirle que sí. ¡Y vaya si el Señor lo hizo, me regaló a los mejores!
Ese chico es el que hoy os escribe, ese chico es el que os pide que avancéis y que el miedo no os paralice, Dios tiene grandes cosas preparadas. ¿Estás dispuesto a lanzarte a esta aventura? ¡Yo te acompaño!