3 de mayo de 2020

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Dios nos llama para que seamos felices. Esto es algo que he experimentado a lo largo de toda mi vida. El momento de dar el sí, al plan de Dios es de una felicidad incomparable. Recuerdo ese momento como si acabara de pasar. Una gran alegría me inundó el corazón, una gran paz se apoderó de mí. Todos los momentos de renovar ese sí son los que han tejido mi historia vocacional, mi historia de salvación, el paso del Señor por mi vida.

La oración es muy importante. Es fundamental. Cada vocación es fruto de la oración. Son los momentos de intimidad con el Señor los que más fuerza, consuelo, luces…, me dan. Conforme más crezco en intimidad con Dios, más confiadamente me abandono en sus manos providentes.

Sin el sostén de la oración, es imposible perseverar. El sentir la fuerza de la oración me ha ayudado en muchos momentos, y me ha abierto muchas puertas que parecían cerradas a cal y canto. La comunión de los santos existe y actúa.

En esta Jornada de Oración por las Vocaciones, echo la vista atrás y recuerdo todos los momentos en los que fui sostenido por la oración. Lo hago con un profundo agradecimiento a Dios, a su Iglesia y a tanta gente que ha razado y reza por mí. Por eso, me gustaría animaros a seguir rezando por las vocaciones. ¡Rogad al dueño de la mies!

José Juan Vizcaíno
Seminarista en etapa pastoral en La Roda 


¡Qué domingo tan dichoso! Un Domingo del Buen Pastor en el que tenemos el regalo de celebrar la Jornada de Vocaciones Nativas junto con la Jornada de Oración por las Vocaciones. La llamada de Dios es importante y necesaria en todos los rincones del mundo. Muchos de nuestros misioneros trabajan por y para estas vocaciones nativas, dedicando su labor en casas de formación, seminarios, etc., ¡recemos por ellos!

Pero, ¿en qué consiste esta jornada? Es un día especialmente dedicado a la oración y la cooperación con los jóvenes que son llamados al sacerdocio o la vida consagrada en los territorios de misión. Por eso, es tan importante nuestra oración y nuestra colaboración económica para que, en los territorios de misión, donde existen tantas vocaciones, puedan disponer de recursos para la formación y esa vocación se haga realidad. Gracias a esta jornada podemos cubrir muchas de sus necesidades. Y, como dijo San Juan Pablo II: “Que no se pierda ninguna vocación por falta de medios económicos”. 

En total, cerca de 85.000 jóvenes han podido responder a la llamada, gracias a los 18.946.586 € que la Obra de San Pedro Apóstol envió en 2019.  Estas ayudas han servido para asegurar la correcta implementación de la “Ratio fundamentalis” aprobada en 2016, con la que se busca ayudar a los seminaristas a configurarse con Cristo Sacerdote. También, se ha sostenido la vida ordinaria de los seminaristas y novicios/as (estos, en su primer año de formación), para procurar que no tengan que preocuparse por el alojamiento, el vestido o el alimento. Además, hemos apoyado, con tu ayuda, a los formadores de estos jóvenes, sacerdotes nativos que difícilmente pueden tener una formación permanente y una justa asignación por su trabajo.

¡Jesús vive! Y como nos dice el Papa Francisco, “todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida”. Esto nos invita a abrir el corazón a la esperanza; “el corazón”, porque es ahí donde se hace fecunda la Palabra de Dios, que es vida. Un corazón cerrado puede volverse de piedra. En cambio, un corazón abierto busca, medita, escucha, se arriesga; es un corazón ¡vivo!

Fernando Zapata
Delegado en Albacete de Misiones 


Leyendo Hechos 11,22-26, en grupo, alguien dijo que Bernabé fue llamado directamente por el Espíritu Santo… Me sentí “iluminada” y dije: “¡Lo mismo que yo!” Y es que fue así…

Mi infancia, y hasta los 19 años, viví en un ambiente rural, sencillo, profundo…; en una familia, reciamente, cristiana donde me transmitieron la fe hecha vida y un “buen trato” con el Señor. Un día escuché que Santa Teresita (una monja de clausura) era la patrona de las misiones… Eso me sorprendió y quise conocerla.

Mi madre bajó a Talavera. Le pedí que me trajese un libro sobre esta santa… Lo trajo. Yo me había reservado una media hora diaria para hablar con el “Amigo Jesús”…, y leyendo, en dicho libro, la admiración de la santa por la Misión y los misioneros… ¡Zas! Se prendió en mí una luz…, una certeza: “¡Eso quiero ser yo!”… Pero, enseguida, me sentí indigna y pensé que era una “tontería” que se me había ocurrido porque “esas cosas…”, son para gente buenecita, pacífica…, no para gente como yo que “meto la pata” continuamente por mi temperamento espontáneo, efusivo, inquieto, rebelde… Sin embargo, esa “Voz” seguía resonando allá dentro…, y me decía a mí misma: “¿Y por qué no?”  “Para Dios nada hay imposible…” Él puede ayudarme, cambiarme…, hacerme digna de ser misionera… Y, a la vez, me decía: ¡Qué no! Que yo no dejo a mis padres, mis amigos, mi pueblo… ¡Qué no!

La certeza de su llamada se hizo más insistente, más fuerte… Tenía 17 años…, aguanté la lucha dos años y…, entré en la Congregación de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Hoy, 51 años después…, sé que fue el Señor quien me llamó y que “acerté” al decirle: “Aquí estoy, Señor, intentaré dártelo todo…, aunque sabes lo poco que soy y tengo”.

María Teresa Clemente
Misionera Cruzada de la Iglesia 


Ser religiosa hoy no debe ser muy fácil, pero sí una aventura. En mis pensamientos nunca estuvo esta idea, pero se ve que en los planes de Dios sí que estaba. Y es que Dios sabe lo que hace con cada persona y bien sabía lo que quería hacer conmigo. Nunca hubiera imaginado un estilo de vida así, pues en mi mente, en mi espíritu, en mi corazón y en mi cabeza sólo cabía el estilo de vida matrimonial. Qué risa. Seguro que Dios se lo pasaría muy bien cuando viera mis imaginaciones, mis deseos, mis pensamientos… Hoy sólo sé dar gracias a este Dios de la vida por tanto cuanto ha hecho y sigue haciendo en mí. Por eso, déjate abrazar por Dios, Él te conoce y sabe lo mejor para ti.

María José Lorca
Hermana de Nuestra Señora de la Consolación