29 de octubre de 2023
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El albaceteño Enrique Alarcón, miembro de Frater, es uno de los 70 laicos que está participando activamente en el Sínodo de los Obispos en Roma
Aprovecho la primera tarde libre para compartir unas palabras. Supongo que es inimaginable la experiencia de esta primera Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Al tener como elementos extraordinarios su carácter ecuménico y la participación de no obispos, especialmente laicos y laicas procedentes de todas las realidades de nuestra Iglesia, te sientes sobrecogido ante una Iglesia tan diversa y enriquecida.
Primero un retiro de tres días para practicar la otra novedad de este significativo Sínodo: la escucha. Pero no una escucha cualquiera, sino la escucha en el Espíritu Santo. De tal manera, que la “escucha al otro” se convierte en piedra angular de los trabajos en todo momento para, desde ahí, juntos, ser capaces de sentir las intuiciones del Espíritu Santo. Desde ahí, os digo lo fácil que comunicarse en medio de la diversidad y asumir fraternalmente las disensiones o visiones más particulares.
Algo radicalmente distinto respecto a los anteriores concilios y sínodos donde solo se escuchaba la voz docta de unos pocos elegidos y donde el resto callaban… Realmente la sinodalidad se presenta en el camino de la Iglesia como “un novedoso estilo de ser Iglesia” que quiere caminar en comunión y participación para poder realizar la misión.
Me alegra, también, sobre manera, las voces que piden cambios estructurales para que el laicado pueda realizar su misión, especialmente desde la Doctrina Social de la Iglesia. Y, siempre teniendo como centro a Cristo y la Eucaristía.
El camino sinodal se presenta como un modo de ser Iglesia donde vivir desde la alegría y la esperanza para ir creciendo como comunidad desde el amor, el perdón y la reconciliación. Así, fortalecidos para la misión, sí será posible realizar nuestra misión y, siempre, con el foco puesto en las periferias sociales y existenciales: llegar con humildad y servir a nuestros hermanos en su situación de sufrimiento. Pero no desde el paternalismo, sino desde la fraternidad.
El clericalismo está presente en todo momento. El del clero y el del laicado. Para ello, se insiste en el desarrollo de una formación integral, desde la iniciación hasta un estado permanente, pero, esa formación “deberá ser en sinodalidad”. El Santo Padre, en sus intervenciones no se anda por las ramas y exige una radical transformación de unos seminarios que padecen de una formación caduca y que mira exclusivamente a tiempos pasados y son contrarios al espíritu sinodal. Juntos, clero, vida consagrada y laicos debemos definir con claridad nuestra inclusiva que suscite esperanza y atraiga, “mirad como se aman”.
Me atrevo a decir que aquí, en el Sínodo, estamos viviendo una experiencia de Pentecostés alegre, necesario y que debe dar respuesta a nuestra Iglesia y al mundo de hoy. La cercanía, el cariño fraternal y la total inclusión son el perfume que se palpa en todo momento y por la normalidad fraterna entre todos y todas.
Los trabajos son intensos y ocupan muchas horas, de 8:45 a 17:30 h., pero claro, en los momentos libres tienes que preparar tareas. Los días han sido agotadores… pero al estar tan llenos de vida son totalmente alentadores.
Reconforta que, al residir en Santa Marta, tengo a muy pocos pasos entrar en la Basílica y también es delicioso tener en la mesa de al lado al Santo Padre durante las cenas principalmente.
Vivo este momento como una Gracia Especial del Espíritu Santo. Un gran abrazo fraternal.