26 de noviembre de 2023
|
332
Visitas: 332
Monseñor Luis Argüello García, arzobispo de Valladolid, ha estado en Albacete para presentar el documento de la Conferencia Episcopal Española «El Dios fiel mantiene su alianza». Aprovechamos la oportunidad para hablar con él acerca de este documento y de su participación en el Sínodo.
¿Con qué objetivo nace este documento en la Conferencia Episcopal?
El documento quiere ser un instrumento de trabajo como respuesta al fruto de la reflexión de la propia Conferencia a lo largo de dos años. Pretende ofrecer una mirada conjunta a la situación española, en los diversos ámbitos, tanto políticos, económicos, sociales, familiares, antropológicos. Muchos temas aparecen en la plaza pública y, a veces, damos respuestas separadas. El documento se ofrece a la comunidad cristiana para suscitar la posibilidad de un diálogo. Ante la situación que vivimos se esperan aportaciones para seguir profundizando en esta mirada y en este compromiso como un ejercicio práctico de la Doctrina Social de la Iglesia.
¿En el documento proponen acciones concretas para llevar a cabo?
Sí, hay unas pistas porque el documento sigue un poco la pauta ofrecida por el Papa Francisco en los últimos años: reconocer, interpretar, elegir. Y desde ahí, damos unas pistas para la participación de los laicos en la vida pública. El propio laico, poniendo en práctica la Doctrina Social de la Iglesia, es el que tiene que descubrir esas acciones siempre en conexión con el testimonio personal, familiar y comunitario.
¿Qué propuesta quiere hacer el documento a la Iglesia y a la sociedad española?
Esta propuesta forma parte de la evangelización, desde el Dios Trinidad, de la que se derivan aspectos más concretos de lo que pudiera parecer. Estamos viviendo unos días, unas semanas, unos meses, unos años, de fuerte polarización. Polarización que se hace conflicto y desgraciadamente guerra y muerte en tantos lugares del mundo.
En la Iglesia, tenemos que aprender a dialogar, a escucharnos, reconocer puntos de coincidencia y puntos de divergencia para, desde ahí, buscar juntos soluciones. Esto no significa aceptar lo que nos parezca que es inmoral o lo que está mal. Es una propuesta que rompiendo la dialéctica de los contrarios busque una manera nueva de dialogar, de encontrarnos. La propuesta se extiende a la familia y la economía, con una perspectiva del bien común en un mundo global, donde lo que sucede en otros países nos afecta a todos.
Para todo esto, ¿será fundamental la presencia de los laicos en la vida pública, con su testimonio personal?
Eso es, así lo he experimentado en Roma en el mes que duró el Sínodo. Ha sido una llamada fuerte a vivir lo que significa el bautismo y participar de la Eucaristía cada domingo. Vivir el bautismo es asumir responsabilidades, ministerios en la vida de la Iglesia y un compromiso de anuncio misionero del Reino de Dios en medio del mundo. Participamos cada domingo en la Eucaristía y escuchamos que se nos dice al final: “¡Id! y llevad la Paz del Señor”. No de cualquier manera, sino que antes hemos escuchado otro imperativo que nos dice: “¡Haced esto en conmemoración mía!” Es decir, lo que hagamos en el “id” tiene que tener la carga de amor, de entrega que el Señor nos ofrece en la Eucaristía. Todos estamos llamados a ser discípulos y misioneros.
¿Cómo ha quedado esto recogido en el documento final del Sínodo?
En la relación final dividida en tres partes, una de las partes se llama así: todos discípulos, todos misioneros. La tercera parte habla de tejer alianzas, de ayudar a vivir esta experiencia de conversión pastoral, a la que nos ha llamado el papa Francisco. Hay que despertar la conciencia del bautismo y animar a vivir el compromiso bautismal.
Después de participar durante todo este mes en Roma, en el Sínodo, ¿qué espera de las conclusiones finales de este proceso que todavía queda?
Espero que podamos hacer llegar a más personas lo que significa la propuesta del Papa. La importancia de un estilo y una espiritualidad en el obrar y el hacer de la Iglesia. La sinodalidad nace de la Iglesia, que es comunión y misión. Los desafíos evangelizadores del cambio de época nos piden que adquiramos una conciencia, si cabe mucho mayor, de lo que significa caminar juntos, siguiendo a quién es el Camino.