12 de enero de 2020
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RAFAEL COB GARCÍA es Obispo del Vicariato Apostólico de Puyo (Ecuador) y cercano a Albacete porque tiene parte de su familia aquí. Ha estado presente de forma activa en al Sínodo Extraordinario sobre la Amazonía. Hablamos con él para intentar dar una panorámica de lo que ha sido el Sínodo para la Iglesia y para el mundo. Al ser un padre sinodal, elegido por el Papa para la comisión preparatorio para el Sínodo, conoce de primera mano todo lo que ha ido desarrollándose en el Sínodo.
¿Qué sensaciones deja el Sínodo de la Amazonía?
La celebración de este Sínodo ha sido un hecho histórico en la Iglesia, que nunca podremos olvidar, y que marcará un antes y un después, especialmente para la Iglesia Amazónica de América. Las sensaciones de este sínodo son varias:
La primera es la que uno siente cuando tu sueño se hace realidad, y más cuando a uno le ha tocado conocer todo el proceso desde su inicio hasta su final. El presínodo lo vivimos muy de cerca gracias a la REPAM (Red Eclesial para defensa de la vida en la Amazonía), cuya semilla nació en nuestra Iglesia del Vicariato de Puyo, en Ecuador, y fue una experiencia muy intensa de escuchar a los pueblos originarios. Fue un soñar juntos, como Iglesia en la Amazonía, como un Kairós de Dios que no podíamos desaprovechar.
La segunda experiencia o sensación que vivimos en el Sínodo, fue la dimensión sinodal de comunión y de la Iglesia en su dimensión universal. Juntos, con libertad y respeto, fuimos escuchando los aportes de todos los padres sinodades que intervinieron. Ese aprender a caminar juntos, buscando entre todos lo que creemos que es lo mejor, de ver por encima de los diferentes pensamientos expresados. Sentir que somos miembros de un mismo cuerpo, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, indígenas y mestizos, hombres y mujeres. Es la primera vez que un sínodo tiene una participación tan variada.
La tercera sensación es la de aprender a discernir juntos. Llama la atención la libertad y firmeza con la que se expresaron los participantes indígenas, hombres y mujeres líderes de distintas culturas, proponiendo con respeto, valentía y creatividad, peticiones que responden a los desafíos que tenemos en la Amazonía.
Este Sínodo, ¿puede ayudar a relanzar una nueva forma de entender la evangelización?
Este Sínodo nos lanza desde la raíz del cristiano a la misión, desde el pensamiento de “Bautizados y enviados”. Debemos ser una Iglesia en Salida, es decir, “ad-gentes”. Si por naturaleza la Iglesia es misionera, tenemos que sentirnos cuestionados, como decía el apóstol Pablo, ¿cómo escucharán si nadie les predica? Y, ¿cómo les predicarán si nadie les envía? Es la hora de los laicos, que deben descubrir su vocación misionera desde su bautismo y sentirse enviados a ser discípulos misioneros de Jesús y cumplir su mandato: “Id por todo el mundo y evangelizad a todos los pueblos.” Y, como resultado, ser una Iglesia más ministerial y menos clerical. Ser más solidarios y fraternos. Todo ello exige una conversión personal y comunitaria. La fe se fortalece compartiéndola.
¿Qué podemos aprender o interiorizar, en Europa, de este Sínodo?
Europa debe aprender. La necesidad de una Conversión Ecológica. La Amazonía es referente para el planeta, y su cuidado es el cuidado del planeta. La Iglesia y los gobiernos debiéramos asumir los diagnósticos que ha hecho el Sínodo, crear hábitos para evitar el consumismo, evitar la contaminación. La Amazonía no es una despensa inagotable para que las trasnacionales quieran, vorazmente, explotar los territorios de los pueblos que habitan en la Amazonía, cuyas consecuencias serán la muerte de estos pueblos. Preservar la Amazonía de la codicia del dinero, del dios de una sociedad que ha perdido el verdadero rumbo de lo que es bueno y necesario, es salvar la mayor riqueza del planeta, el agua y el oxígeno para el mundo.
Conversión Sinodal. Nueva forma de participar en la misión evangelizadora: soñando juntos, caminando juntos en la misma dirección, construyendo juntos. Escuchando, contemplando y anunciando la buena nueva. Una Iglesia más samaritana, misericordiosa y solidaria que sale al encuentro del necesitado.
Conversión Pastoral. En un cambio de época, como nos recuerda Aparecida, la Iglesia exige cambios estructurales; a vino nuevo, odres nuevos. La riqueza de la inculturación e interculturalidad, en la forma de evangelizar, es hoy un desafío. Debemos evitar el colonialismo e imposición de culturas foráneas que se dio en el pasado; evangelizar respetando la cosmovisión y cultura de los pueblos, descubrir en ellas las semillas del Verbo. Todo ello implica hacer cambios como:
- Ver el papel de la mujer, y su protagonismo en la Iglesia, confiriéndoles los ministerios en igualdad de derechos que el varón, respecto a recibir ministerios.
- Los “Viri probati”, sin tocar la norma disciplinal del celibato sacerdotal que reconocemos como un gran don de la Iglesia. Reconocer, también, las situaciones excepcionales que se pueden dar en un realidad excepcional para pasar de una Iglesia de visita a una Iglesia de presencia, especialmente, a través de la presencia y celebración de la Eucaristía; lo cual, en estos lugares amazónicos, se plantea hacerlo realidad a través de la ordenación sacerdotal. Los “Viri probati” aun casados por la Iglesia, con familia estable, como diáconos permanentes con un discernimiento por la autoridad competente y formación apropiada, hecho que se ha dado en la historia de Iglesia y en las primeras comunidades cristianas.
La Iglesia siempre abre caminos: ¿Cuáles serían los desafíos y esperanzas?
Una Iglesia más ministerial y menos clerical. Una Iglesia con un mayor protagonismo de la mujer. Una Iglesia con rostro indígena y amazónico. Formación de los candidatos para el sacerdocio y agentes de pastoral. Ministerio de la Ecología y otros nuevos Ministerios. Nuevos organismos y estructuras para una Iglesia Amazónica Postsinodal.