15 de marzo de 2020

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Estamos en el mes de marzo y es momento de orar por nuestros seminaristas y por las vocaciones a la vida sacerdotal. Nuestro Obispo así lo ha sugerido en más de una ocasión. Debemos poner en nuestras prioridades pastorales la pastoral vocacional, el orar por las vocaciones consagradas y el trabajar por y para que los jóvenes puedan escuchar la llamada del Señor al sacerdocio y responder con generosidad.

Un ejemplo vivo de esta llamada y de la respuesta son nuestros seminaristas. Queremos conocerlos un poco más.


Erick Arnoldo López Del Cid tiene 24 años y es originario de Guatemala, Centroamérica. Es el tercero de una familia de cinco hermanos varones. Actualmente, cursa, en el Seminario, tercero de estudios eclesiásticos.

¿Qué te dice el lema de este año: Pastores misioneros?

Este lema me indica el horizonte de la vida de todo sacerdote. Su ser y qué hacer. Un Pastor que vive su ministerio, en medio del rebaño que le ha sido confiado, a imitación de Jesucristo. Serlo hoy, en esta sociedad, es un reto grande porque hay que evangelizar no solo a los que tienen el deseo ardiente en su corazón de conocer más a Dios, sino también darlo a conocer y hacerlo a amar especialmente a los alejados del rebaño. Implica estar en actitud de salida como nos lo recuerda el Papa Francisco. Pero, sobre todo, exige evangelizar con el testimonio silencioso y elocuente de una vida feliz consagra a Dios.

Y, ¿cómo poder responder hoy a la vocación sacerdotal? 

A veces, no es fácil saber responder en medio de tantas voces que resuenan a nuestro alrededor y nos distraen de lo esencial. Responder implica hacer un alto en la vida y escuchar en tu interior la invitación que Jesús te hace y que te dice “ven y sígueme”. Sé que el mundo actual nos ofrece cosas aparentemente mejores que gastar la vida al servicio de Dios y su Iglesia, pero seguir a Jesucristo es un riesgo que vale la pena. Y, con su gracia, poder decir: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”; eres digno de ser preferido, amado y servido por amor.

¿Cómo descubriste la vocación?

Mi vocación la descubrí desde pequeño. Mi madre y mi abuela paterna me inculcaron una vida cristiana entregada. Con el pasar de los años, iba cultivando esa llama que ardía perennemente en mi interior. Participaba activamente en la parroquia y oraba para que no se me apagara ese fuego. Fue Dios quien irrumpió definitivamente en mi interior; pues, aunque yo quise tomar otro camino, otra profesión, no me sentía plenamente feliz ni realizado. En mí seguía estando esa inquietud y sed de entregarme a Dios. Y así fue como ya no me pude resistir más, a lo que Dios me pedía y decidí entrar en el Seminario en el cual me estoy formando para ser un sacerdote misionero para y por Jesús.


Antonio Gómez Lacal emprendeeste año una nueva etapa en su vida. Es de Nerpio y tiene 28 años. Ha comenzado este año los estudios en el Seminario. Tiene dos hermanos.

Pastores misioneroses el lema de este año para el día del Seminario. 

El lema de este año me llama bastante la atención. Como bien es sabido por las comunidades cristianas de nuestra diócesis, faltan pastores para evangelizar y asistir tanto las zonas urbanas como las rurales. En la actualidad, hacen falta sacerdotes en nuestra tierra. Es necesario saber que se necesitan pastores con la misión de evangelizar, de asistir al pueblo. Hay muchas zonas rurales, como del pueblo de Nerpio del que procedo, como de muchas otras, que viven la fe de manera especial pero que, cuando la Palabra de Dios no llega, el pueblo se apaga.

¿Cómo descubriste la vocación?

Esta es una pregunta sencilla, ya que la respuesta está en uno mismo y en el pensar qué lugar ocupo yo en la Iglesia: colaboración, participación, encuentros, oración y la eucaristía en la parroquia.

Mi vocación surgió de ahí y de ese apoyo y ayuda que profesaba a mi párroco. He estado 18 años de monaguillo en mi pueblo, al que acudía en vacaciones ya que estudiaba fuera. De ahí surgió la llamada, de ver a mi párroco y del esfuerzo que veía que hacía. Ahí se despertó, en mí, un sentimiento de no abandonar mi fe y, a día de hoy, aquí sigo firme. El cariño que le tengo a la Virgen María también ha contado.

A los jóvenes les diría: “Levantaos, no temáis”, poned cariño en las cosas y, así, sentiréis una llamada especial, como la sentí yo. No temáis, haced el propósito de intentar lanzaros a aquello que habéis descubierto como llamada y vivid la experiencia.