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11 de febrero de 2022

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]S[/fusion_dropcap]iempre se ha dicho que el movimiento se demuestra andando. Y también así, caminando, se demuestra el amor. O parafraseando con cierta licencia a Machado: caminante, no hay camino, se hace camino al amar.

Tenemos ya aquí la celebración de San Valentín. El día de los enamorados, pero también el día de los que aman. Que no es exactamente igual. El enamoramiento es un tiempo precioso. Es breve, efímero, y de una intensidad que descabalga y trastoca casi cada rincón de la vida de quien anda enamoradizo. El amor cotidiano, de más largo recorrido, quizás sea algo menos intenso y no decimos que sea más auténtico o menos que el enamoramiento. Pero ahí se puede construir. El amor cotidiano es fundamento, cimiento, para toda una vida (aunque se deba renovar cada día).

Estamos en puertas de celebrar en la Diócesis de Albacete la «Semana del Matrimonio», entre los días 12 y 20 de este mes, con distintas actividades orientadas a los diversos momentos de la vida conyugal: los novios que viven con ilusión el proyecto que está por comenzar, los primeros años que siempre son de re-conocerse, la madurez de la relación que ha ido pasando por sus baches y creciendo con sus luces… Son actividades que nos quieren recordar que el matrimonio «es más de lo que crees», como reza uno de los lemas para estos días.

  • Sábado 12, a las 18:30, en la S.I. Catedral: oración y bendición de los novios que se preparan para contraer matrimonio en este año 2022.
  • Lunes 14, a las 20h en la parroquia de la Sagrada Familia: Vigilia por la familia y el matrimonio.
  • Martes 15, a partir de las 20h., retiro on-line para matrimonios y familias.
  • Miércoles 16, a las 20h, en la parroquia Ntra. Sra. de las Angustias y San Felipe Neri, charla formativa: «Amoris Laetitia. Cinco cosas que el papa Francisco quiere que sepas sobre la familia».
  • Sábado 19, a partir de las 10:30 de la mañana, iniciando en el recinto ferial de Albacete: «ruta romántica» (destinada principalmente a los matrimonios de cierta madurez que participan o han participado en grupos matrimoniales en nuestras parroquias).
  • Domingo 20, a las 20h. en la S.I. Catedral: celebración de bodas de oro y plata matrimoniales (abierta a todos aquellos que quieran participar, aunque no cumplan un aniversario de «números redondos»).

El matrimonio es más, mucho más, que una cárcel para el amor, como el pensamiento del romanticismo filosófico ha querido definir. Es una idea que por desgracia ha calado mucho en el imaginario colectivo. El matrimonio, el amor que se hace camino común y que no puede recorrerse sino compartiéndolo, en libertad y responsabilidad, con la persona amada, en fidelidad a un proyecto ilusionante y comprometedor, es fundamento primordial en la construcción de la persona y de la sociedad. Fruto del matrimonio, en el seno de la familia, todos hemos aprendido desde cerca, desde lo más íntimo, lo que significa el diálogo con el que no piensa exactamente como yo, pero a quien me vinculan lazos que van más allá de la sangre. En la familia aprendemos el respeto intergeneracional: a cuidar sistemáticamente de los pequeños o de los ya mayores o puntualmente de quien lo pueda necesitar (ese hospital de campaña que dirá el Papa Francisco), a tener responsabilidad o recibir esos cuidados según el momento existencial en que estamos. En la familia no hay más méritos que el de ser quien eres. No se pide productividad ni se nos valora por apariencias, sino por la verdad de quienes somos.

En la familia aprendemos que la complementariedad de hombre y mujer es un regalo inmenso para edificar, en una armonía que se debe trabajar en lugar de darla por supuesta, pero un regalo al fin y al cabo, no un campo de batalla (otra idea que tristemente ha calado, la de la guerra de los sexos).

Festejar en el entorno del día de San Valentín el amor oblativo, que se entrega y no se agota en mero sentimentalismo, festejar el matrimonio en esta sociedad alérgica al vínculo y al compromiso duradero, es festejar la rebeldía de seguir creyendo que merece la pena dar la vida por los demás, empezando por el prójimo más próximo. No somos ajenos a la realidad, que habla de muchas historias truncadas y proyectos rotos (también para estos casos la Iglesia quiere ofrecerse como el buen samaritano dispuesto a poner el bálsamo de la misericordia sobre tantas heridas). Pero además de eso, toca seguir gritándole al mundo que el matrimonio, el sacramento del amor que se hace camino, continúa siendo posible. Son muchos también los que lo atestiguan. Que es camino no solo de compartir, sino de compartir-se; no sólo de dar, sino de darse sin límites; no sólo de buscarse y buscar la propia felicidad, sino sobre todo de encontrarla encontrándose con la otra persona, el amado, un don que nos ha puesto delante el Dios que es Amor.