14 de marzo de 2021
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El pasado 27 de diciembre, cuando en el tiempo entrañable de la Navidad celebrábamos la festividad de la Sagrada Familia, el papa Francisco declaraba este año 2021 como el “Año Familia Amoris Laetitia”, coincidiendo con el quinto aniversario de publicación, el 19 de marzo de 2016, de esa Exhortación Apostólica. Como todos sabemos, es el día de la festividad de San José, custodio de la Sagrada Familia y de toda la Iglesia, a quien encomendamos los frutos personales y pastorales de este año.
Es por ello que en estos días también en nuestra diócesis damos por comenzado este tiempo para centrar nuestra mirada en esa comunidad de vida y amor que es la familia. Tiempo que se prolongará hasta el 26 de junio de 2022, cuando clausuraremos el Año Amoris Laetitia con el encuentro diocesano de familias en el marco del año jubilar de la Virgen de Cortes.
Quiere el papa Francisco que éste sea un tiempo para profundizar en los contenidos y desarrollar las líneas pastorales tan sugerentes que esta Exhortación nos plantea a todos, sea en familia, sea en la gran familia de familias que constituye la Iglesia.
Los contenidos de este interesante y cercano documento pasan por el reconocimiento de la realidad contracultural que supone hoy en día, en esta sociedad del consumo, individualista y hedonista, la decisión de abrirse a la comunión con otra persona a la que entregarse generosa y sinceramente, para formar una comunidad de amor y respeto mutuo, comunidad fecunda y abierta a la vida, comunidad en la que resolver los conflictos desde el respeto y la valoración sincera de las capacidades propias y ajenas.
Es una decisión contracultural la de aquellos que deciden entregarse en fidelidad a este apasionante proyecto del matrimonio, pero en la que no deben caminar solos, sabiéndose amparados por la ayuda de Dios y de su Iglesia (que no es sólo un proyecto humano, sino también el sueño de una vocación divina), de lo cual somos responsables todos, como comunidad cristiana llamada a acompañar y auxiliar a las parejas que es embarcan en retos tan desafiantes como la mutua comprensión y el auto-conocimiento, la preparación para el matrimonio, la acogida del don inestimable de la vida naciente, la educación de los hijos, la vivencia y transmisión de la fe en el ámbito familiar, e incluso el convertirse la propia familia en comunidad misionera, testigo y encarnación doméstica de la Buena Noticia, dentro de la comunidad eclesial.
Y las líneas pastorales… Para que no nos andemos por las ramas, sino que este esfuerzo se pueda encauzar y revisar, se nos presentan 12 propuestas y sugerencias concretas (http://www.laityfamilylife.va/content/laityfamilylife/es/amoris-laetitia.html) por las que poner en práctica, adaptándolas a las realidades de nuestra Iglesia diocesana, las líneas de actuación de Amoris Laetitia, que pasan por la formación, el testimonio y, sobre todo, el acompañamiento de las variadas situaciones que se pueden dar en las distintas fases de construcción de la vida familiar: bien sea en el tiempo de preparación más o menos próxima para el matrimonio, bien en sus primeros años, bien en momentos de particular dificultad, bien sea, finalmente, en la etapa final, cuando el peso de los años y la riqueza de las experiencias hacen del matrimonio un tesoro especialmente valorable para toda la sociedad.
A esta etapa final de la vida personal y familiar, la de la ancianidad, viene dirigiendo su mirada el papa Francisco, con acentos de ternura y agradecimiento. Y es por esto que también en el marco de este año de la familia, pero con vistas a perpetuarla en el tiempo, ha instaurado también la “Jornada mundial de los abuelos y mayores”, que a partir de este año tendrá lugar el cada cuarto domingo de julio (siempre en la cercanía de la memoria litúrgica de los abuelos del Señor, San Joaquín y Santa Ana).
En estos tiempos difíciles, especialmente duros para nuestros mayores que ya se veían marcados por la debilidad física o la soledad, y que se han visto especialmente castigados por los efectos de la pandemia (ya sea por la pérdida de tantas vidas, como también por el aislamiento incluso respecto de los círculos más cercanos y necesarios), no dejamos de agradecer este tipo de iniciativas, que ponen en valor a aquellos que nos lo han dado todo, a los que les debemos todo, y a los que no siempre agradecemos lo suficiente.
Si Cristo se identificó como el Camino, la Verdad y la Vida, el camino que quiso mostrarnos para que descubramos su definición más sencilla (“Dios es Amor”), fue el de la comunidad de amor que es la familia, reflejo del propio Dios Trinitario, que es Padre, Hijo, comunión de Personas… Aprovechemos este año para valorar y cuidar con mimo ese tesoro que es el Evangelio de la Familia.