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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]F[/fusion_dropcap]IESTA DE LA NATIVIDAD DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

SOLEMNIDAD DE NTRA. SRA. DE LOS LLANOS

Albacete, 8 de septiembre de 2021

El hecho más relevante de la historia de la humanidad es, sin duda para nosotros, los cristianos, el Nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, en Belén, el cual se hace hombre, con la colaboración fiel y generosa de María. Este hecho fue posible gracias al Sí de María, a lo que Dios la pedía por medio del ángel san Gabriel: ser la Madre del Hijo de Dios. La respuesta de María, la llena de gracia, fue generosa y positiva: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y, en ese mismo instante “el Verbo, el Hijo de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Y María, una criatura humana, quedó llena de Dios. Esta es también la misión y la vocación de todos los cristianos: llenarnos de la presencia de Dios, de su amor, de su gracia divina, vivir en comunión con Él, ser santos, siendo imágenes y espejos de Dios con nuestras vidas, palabras y obras.

En la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de Los Llanos, damos gracias a Dios por el maravilloso regalo que su Hijo Jesús nos dejó junto a su Cruz, antes de morir. Nos entregó a María como Madre nuestra. Y ella desde el cielo nos cuida, protege y auxilia.

En María está el inicio de nuestra salvación, de ella nacerá Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Ella fue la elegida por Dios para que fuera su Madre. En ella pensó desde la eternidad como pieza clave de la Redención. Por ello, la colmó de su amor, la llenó de su Espíritu, la hizo inmaculada desde el momento de ser concebida y la enriqueció con sus mejores gracias y virtudes. Toda la vida de María fue un constante y permanente Sí al Señor. Siempre disponible y entregada a la voluntad de Dios. Esta fiesta de la Virgen de Los Llanos, Patrona y reina de Albacete y de su diócesis, nos da la oportunidad de recordar algunas de las virtudes y actitudes de la Virgen María que nos pueden ayudar a ir creciendo como cristianos y a parecernos más a Dios y a María, nuestra Madre del Cielo.

Según nos lo ha transmitido la tradición, María se encontraba en oración cuando el ángel la visitó en nombre de Dios. San Lucas nos dice en su Evangelio que, “El Ángel entró en su presencia” (Lc.1,28). Para un cristiano, es imprescindible hacer oración, encontrarnos asiduamente con Dios, de forma personal o en compañía de otros cristianos, como en la Santa Misa; es preciso también buscar tiempos, lugares y situaciones para sentir su presencia amorosa y paternal, para escuchar su voz. Para escucharle y hablarle, para llenarlos de Él y darle a conocer a quienes aún no lo conocen.

María es una joven creyente, llena de fe, pues aceptó confiada lo que aparentemente parecía imposible que se realizaría en ella: ser la Madre de Dios. Esta realidad la percibe muy bien su prima santa Isabel cuando la dice, al llegar a su casa para ayudarla: “¡Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el ángel del Señor, se cumplirá!” (Lc. 1, 45). La Santísima Virgen es un modelo de fe para nosotros: cree por encima de toda apariencia, sin dudar, cree porque Dios, a través de su enviado el arcángel Gabriel, le anuncia el hecho insólito de que, sin perder su virginidad, sería la Madre de Dios, pues Él mismo se encarnaría en su seno. Y el ángel la dijo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Hijo que va a nacer será Santo y lo llamarán Hijo de Dios” (Lc. 1, 35). María es la mujer creyente, la que se fía de Dios. María recibe también por boca del ángel este mensaje divino, lleno de confianza y ánimo: “Dios te salve, María, llena de gracia. No temas, el Señor está contigo”.

María es una joven llena de humildad. “He aquí la esclava del Señor”. Esta es la respuesta generosa de María a Dios. Constituida nada menos que “Madre de Dios”, se reconoce a sí misma como “la esclava (la sierva) del Señor”, para que se haga en ella todo lo que Dios desee. La devoción a la Santísima Virgen María consiste principalmente en imitar sus virtudes. Y, entre éstas, las que nos muestra en tan importante acontecimiento: su espíritu de oración, su humildad y su fe a toda prueba.

María es ejemplo de entrega a Dios. “Hágase en mí según tu palabra”. El Sí de María hace posible el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. El sí de María la acompaña en cada instante de su existencia e ilumina cada circunstancia de su vida. María se pone a disposición de la llamada del Señor con una entrega total. Su gozo es cumplir la voluntad de Dios.

María es ejemplo de disponibilidad. Al decir sí a Dios, María renuncia a sí misma, se anula para que sea únicamente Dios el que habite en ella y actúe a través de ella. Nadie como María ha renunciado a todo lo propio para dejar actuar sólo a Dios. La renuncia contenida en su sí es ilimitada, incondicional y sin reservas. María sabe que su papel es el de la “sierva”, el de aceptar siempre con gozo y generosidad lo que se le indica y nunca busca realizar sus propios proyectos. Es el Señor el que actúa y la va modelando, llenándola de su gracia y santidad. María es la llena de gracia, la llena de Dios.

María es ejemplo de fecundidad. María se convierte en Madre por su sí, al permitir que la palabra pronunciada por el ángel se haga vida en ella por obra del Espíritu Santo. El amor siempre es fecundo y cuando este amor es total a Dios, la fecundidad la hace ser Madre del mismo Dios. Dios Padre permite que su propio fruto, el Hijo de Dios, crezca a partir de la fecundidad del sí de María.

Jesús, su Hijo, el Hijo de Dios, no quiere simplemente nacer de ella, sino que tome parte activa en el proyecto de salvación de los hombres deseado por el Padre y el Hijo, pasando por su entrega y muerte en la Cruz. María le da lo que Él necesita, la vida humana, y recibe en sobreabundancia lo que Él la regala, la gracia divina, la virginidad y la maternidad. Pero lo que la Madre recibe no se agota en ella, sino que alcanza a todos sus hijos.

Manteneos siempre muy cerca de la Virgen María, de Ntra. Sra. de Los Llanos. Manifestarla vuestros sentimientos y necesidades, agradecerla su protección, ayuda y amor; y procurad que otras personas la conozcan y la amen. Ella es el mejor camino para llegar hasta el corazón de Dios, hasta su hijo, Jesucristo. Amad a María y tenedla siempre muy cerca de vosotros, en vuestras palabras, pensamientos y en vuestro corazón. Virgen de Los Llanos cuida de nosotros pues eres nuestra Madre y te queremos.