14 de junio de 2020

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En este tiempo de pandemia, hemos sentido la necesidad de la Eucaristía. No poder celebrar juntos y comulgar nos ha hecho sentir hambre de Dios. Jesús ha querido estar con nosotros, partirse y repartirse, unirse con nosotros en alimento de vida eterna. Las celebraciones virtuales nos han llevado a la comunión espiritual. Pero el deseo de unirnos a Cristo sigue vivo. Cada día con más fuerza. Es el amor el que nos hace buscar a Dios, reconocerlo en la Eucaristía, adorarlo en el Santísimo Sacramento y reconocerlo en el prójimo y necesitado.

En la fase más dura de la pandemia, he visto el rostro misericordioso de Dios en la actitud de muchos compañeros, que, en primera línea, agotados, han trabajado duramente intentando curar, aliviar, consolar y acompañar a tantos enfermos en su dolor y soledad. Ha quedado marcado en mi corazón la generosidad de tanta gente donando todo el material que podía ser útil y otros llevando alimentos para hacer más llevaderos los largos turnos.
Como comunidad parroquial, hemos vivido (gracias a las redes sociales y a nuestros sacerdotes y diácono) momentos de oración muy intensos, preocupados por las noticias que nos llegaban y rezando unos por otros. Contamos con la generosidad de todos para hacer frente a la crisis que está empezando a dar la cara. Cada gesto cuenta, por pequeño que sea. Seamos solidarios.

Ana Molina, voluntaria Cáritas Parroquial


En la Eucaristía me lleno del amor del Señor, que se da por entero a mí y a todos los que lo tomamos como Alimento. Me da consuelo, fuerza y alegría, para poder darme yo también en mi vida cotidiana, en especial a los que más me necesitan. En mi vida familiar y cotidiana está presente la discapacidad. Las personas con alguna discapacidad son pobres también: dependientes y necesitadas de nuestro amor. Y al acercarme a estas personas, descubro la presencia real de Cristo en ellas por su agradecimiento, sencillez y amor sincero y transparente que nos dan: nos dan un amor que es lo más valioso que se puede dar y que todos podemos recibir. Me doy cuenta, entonces, de que todos tenemos alguna discapacidad, de un tipo o de otro, no somos perfectos y nos necesitamos entre todos.

Feli, Capilla de la Adoración


Pandemia, confinamiento, recogimiento. Palabras que significan un cambio en mi vida.

Tiempo para reflexionar sobre cómo soy, mi quehacer, qué quiero para mí y para los demás, qué puedo seguir aportando… He llegado a la conclusión de que la Vida es lo más importante que tenemos; Jesús, presente en las personas, y sobre todo en las más necesitadas, más vulnerables, las que más sufren…, y, por ello, no he dejado de estar a su lado con alegría, con palabras de aliento, de ánimo, gestionando desde mis posibilidades ayuda para ellos, aunque haya sido desde la distancia, desde el teléfono… Descubrir que sienten la cercanía, que alguien se preocupa por ellos, que siguen contando con nuestro apoyo y acompañamiento… Lo más bonito es que no he estado sola, he estado apoyada por la familia, por otros voluntarios, por toda la Comunidad parroquial,… Y sin perder la esperanza de volver a encontrarnos.

Josefina Ruescas, voluntaria Cáritas Parroquial


Por culpa de esta pandemia del Covid-19, nos hemos visto obligados a cerrar el templo y a suspender actividades como la atención personal en Cáritas de la parroquia. No obstante, hemos mantenido el contacto con las personas que han demandado ayuda material, económica y escucha. ¿Cómo lo hemos hecho? Primero: hemos tenido abiertos los teléfonos de la parroquia y Cáritas las 24 horas; así, hemos podido atender y tramitar todo los que nos han pedido. Segundo, hemos hecho también acogida personal en los casos nuevos y más urgentes. Al no poder entregar alimentos, hemos hecho apoyo económico a las familias.

Se ha llamado a las personas y familias por teléfono y hemos sentido mucha gratitud, por parte de las personas necesitadas, porque se han sentido especialmente acompañadas como nos lo manifestaban.  Ahora vamos ya retomando el contacto personal y habitual como lo veníamos haciendo, poco a poco (con cita previa y las medidas pertinentes), y, sobre todo, con mucho cariño. En el silencio y la oscuridad de los días de confinamiento, hemos vivido el compromiso y obligación de seguir ayudando a las personas más necesitadas. Y seguimos abiertos, de par en par, a la situación que se avecina después de los ERTES, los nuevos parados, las facturas sin pagar, etc. Como Cáritas parroquial y con la ayuda de toda la comunidad parroquial, seguiremos estando dispuestos para recibir, escuchar y acompañar a los que vengan a nosotros.

Juan Miguel Piqueras, voluntario de Cáritas Parroquial


En este tiempo de pandemia, mi oración al Padre y a María se intensifica como jamás lo hubiera imaginado. En especial, la Eucaristía diaria, viviendo cada oración de la misma, descubrí profundamente la comunión espiritual y me deleité con cada Exposición del Santísimo. Y ahí estaban ellos, los más vulnerables, aquellos que ya tenían dificultados y los nuevos pobres que este virus social está generando. Puse todo mi empeño en acompañar, por teléfono, a los que vivían situación de soledad en el confinamiento; estaba atenta y prestaba atención a cuantas pautas nos llegaban de Cáritas Diocesana y ahora, ya, colaboro con mi equipo en el reparto de alimentos.

Rosario, voluntaria de Cáritas Parroquial