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16 de agosto de 2021

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“Ven y sígueme”. Esta es la invitación que Jesús nos vuelve a dirigir en esta mañana. A cada uno de nosotros personalmente. Y también a nuestra iglesia diocesana, la Iglesia de Jesús que camina en Albacete, reunida visiblemente esta mañana en la Catedral en comunión con nuestro Obispo D. Angel, unido a nosotros en la oración desde sus ejercicios espirituales, y en comunión con la Iglesia universal en la persona y ministerio episcopal de D. Angel Floro al que en nombre de todos doy la bienvenida a la que sabe que es su casa y al que agradezco de corazón su presencia esta mañana. Iglesia convocada y reunida para ofrecer con Cristo la Eucaristía, la acción de gracias renovadora del misterio pascual de Jesús, por la salvación eterna de nuestro querido Juan Cárdenas.

Juan escuchó la mañana del pasado sábado la invitación del Maestro: “Ven y sígueme”. Deja todo cuanto tienes, abandona temporalmente tu propio cuerpo y vente conmigo. Así vivimos la muerte los discípulos de Jesús, como una nueva llamada que rubrica definitivamente las que el Señor nos va haciendo a lo largo de nuestra vida. Juan ha sido “llamado”. Y por eso, al tiempo que sentimos el zarpazo de la muerte que nos arrebata la presencia y figura de nuestros seres queridos, no dejamos de dar gracias a Dios porque acreciente “la Jerusalén celestial, que es nuestra madre, donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos, nuestros hermanos” con los que vivimos profundamente la comunión en la misión evangelizadora.

En una de las oraciones que propone el ritual de exequias se lee: “te damos gracias por todos los dones con que lo enriqueciste a lo largo de su vida, en ellos reconocemos un signo de tu amor y de la comunión de los santos”. Cada uno tendrá experiencia personal de esos dones que hoy agradecemos. Seguramente cada uno conserva en la memoria muchos momentos vividos con D. Juan. Personalmente veo en esos dones, a los que me consta que intentó corresponder durante su vida, una particular llamada. La vida de Juan, su “forma de ser”, su manera de vivir el ministerio presbiteral, manifestaban en mi opinión una particular transparencia del rostro de la Iglesia a la que el Señor nos sigue llamando desde la conversión personal e institucional. El rostro de una Iglesia amable y acogedora con todos en su manera de tratar a cuantos se acercaban a él. El rostro de una Iglesia servicial que no escatimaba el tiempo y la dedicación necesaria a las tareas encomendadas a lo largo de su vida. El rostro de esa Iglesia sencilla que sabe hacerse entender a todos sin mermar la integridad del Evangelio. El rostro de una iglesia misionera que llevaba en lo más intimo de su corazón. El rostro de una Iglesia fraterna en el modo cómo vivía la fraternidad presbiteral procurando entender, justificar y querer a todos; creando vínculos de comunión y amistad desde la lealtad y colaboración cercana con el ministerio episcopal en las personas de D. Victorio, D. Francisco y D. Ciriaco, cuyo saludo os transmito junto con los mensajes de condolencia y esperanza que han enviado con esta ocasión. Y, si me lo permitís, D. Juan supo también reflejar el rostro de la Iglesia que se sabe pecadora, que es consciente de sus fragilidades y debilidades y que lo espera todo de la gracia y el perdón del Señor. En sus labios la petición “reza por mí” era muy sincera. Con esta celebración cumplimos su deseo tantas veces manifestado: “Acuérdate de él Señor, por amor a tu pueblo”.  Al mismo tiempo nos hacemos conscientes de la necesidad de conversión y perdón que tenemos cada uno. El rostro alegre de la Iglesia solamente puede transparentarse desde la decisión personal de escuchar las invitaciones concretas de Dios, “obedientes al Señor” como se pedía en el Libro de los Jueces, para no caminar tristes por la vida por la falta de correspondencia.

Permitidme expresar una particular gratitud a todos los que han hecho y hacen posible la Casa Sacerdotal: dirección, administración, personal y residentes. Gracias por esa tarea de hacer agradable la vida y por hacer posible vivir la muerte con ese profundo sentido de tránsito, de paso al encuentro definitivo con el Señor. Soy consciente de los duros momentos que supone tener que despedir en tan poco tiempo a tantos hermanos. Y también lo soy del maravilloso testimonio de caridad, de fe y esperanza que suponen esos momentos. Gracias de todo corazón.

Me contaba hace poco D. Antonio Cuesta que cuando D. Juan sufrió el ictus cerebral, del que gracias a Dios se recuperó tan bien, hubo un momento en que para cualquier cosa solamente sabía usar una palabra: “madre”. El mes pasado peregrinó a Lourdes con mucha ilusión. Y como devoto de la Virgen del Carmen no puedo dejar pasar el pequeño detalle y consuelo de que el Señor lo llamara un sábado. Queda Juan en manos de buena Madre, de María. ¡Muestra María que eres Madre! y danos el consuelo de recordarte las palabras de tu propia Hijo en la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Descansa en paz querido Juan.

(Homilía de Julián Ros, Vicario General, en el día de su funeral. Lunes, 16 agosto 2021)

Biografía

Juan Cárdenas nace en Espejo, provincia de Córdoba, el 27 de abril de 1937, en plena Guerra Civil. Ingresó en el Seminario de Albacetey se ordena el 26 de junio de 1966, quedando incardinado en Albacete. Ese mismo año es nombrado administrador del Seminario Mayor de Albacete, director espiritual del Instituto Enseñanza Media masculino nº 2, promotor de vocaciones y consiliario de la JEC.

En 1970 con el traslado del Seminario Mayor a Moncada, Valencia, es nombrado vice-rector y formador de filósofos, cargo que desempeña hasta 1975, año en que parte como misionero a Safané en Burkina Fasso hasta 1984.

A su regreso se le confían como párroco las parroquias de Santa Ana, Argamasón y Pozuelo y es nombrado ecónomo diocesano. En 1986 es nombrado párroco de El Buen Pastor.

La actividad pastoral y la economía diocesana, le lleva a dejar la función de párroco para pasar de adscrito a la parroquia de la Purísima en 1987.

En 1995, D. Victorio le renueva como ecónomo diocesano, tarea que desempeña hasta 2008 en el que D. Francisco cases le nombra vice-ecónomo, tarea en la que ha permanecido hasta que la salud se lo ha permitido.

En 1998, D. Francisco cases le nombra canónigo del Ilmo. Cabildo de la Catedral.

En los últimos años ha acompañado como capellán a las religiosas presentacionistas, a la Orden Tercera del Carmen y colaborado con la Hospitalidad de Lourdes.