Hablamos con Fernando Munera. Es la primera entrevista después de la ordenación. En sus ojos brilla la esperanza, sus palabras salidas del corazón nos contagian la cercanía de Dios.
Preséntate
Soy Fernando recientemente ordenado presbítero por D. Ciriaco. Nací aquí en Albacete, ciudad en la que he crecido, estudiado, y en la que he tenido contacto con diversas parroquias, San Juan Bautista, mi parroquia de origen, y las parroquia de mis padres, Santa Teresa, La Paz y La Asunción, las cuales han marcado mucho mi camino, en esta última ha sido precisamente en la que he realizado la etapa diaconal.
¿Qué se siente al ser ordenado?
Son muchos los sentimientos que de aquí en adelante he de canalizar, alegría, por finalizar una etapa y comenzar otra, por mí sueño realizado, gratitud, porque siempre he tenido muy cerca personas (de Dios) que me han hecho responder de manera nueva a los problemas que me surgían. Responsabilidad y tal vez miedo –ante el inmenso campo que tenemos delante, los retos con los que el Señor nos purifica y la constatación de que a veces las fuerzas flojean, y son débiles.
¿Qué tal la ordenación?
Destacaría precisamente en relación con lo anterior, que lo más emocionante es ver como toda la comunidad diocesana ora, reza por ti, precisamente porque no soy un superhombre, porque los curas de hoy necesitamos mucho de la oración de nuestros cristianos, de nuestras comunidades, esta oración va más allá de un momento y un lugar, expresa que esta oración se prolongará en aquellas comunidades a las que se nos destinen, a cada cristiano que nos haga mejores curas en la vida de cada día.
¿Cómo tiene que ser el sacerdote d el siglo XXI?
De eso se escribe mucho y se habla mucho. Pero lo más importante es ser buen traductor, transmisor del Evangelio a cada hombre. Por tanto es imprescindible estar en el mundo, entre sus conflictos, conservar el centro del mensaje cristiano y ¡surge el milagro¡ Seguro que una palabra de Jesús da respuesta.
Cuéntanos cómo surgió tu vocación
Es una historia muy breve y sencilla, como un joven más que intenta responder a las inquietudes de su corazón. Realicé los estudios entre el colegio y el instituto junto con una labor más o menos comprometida en mi parroquia. Llega el momento de la gran elección ¿A qué dedicarme? Y te adentras en la aventura en la que aún hoy sigo embarcado, es decir entré en el Seminario. Es difícil analizar más.
Cuestionario:
Que te sugieren estas palabras: