Fco. Javier Avilés Jiménez
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3 de noviembre de 2012
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«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. [Benedicto XVI, Porta Fidei 1]
En tiempos tan competitivos, cuando nuestros jóvenes saben que para entrar en la universidad, para ganar unas oposiciones, para ser contratado, hay que ser el primero de una larga cola, va el Papa y nos dice que la Fe siempre está abierta. Afirmación esperanzadora: siempre estamos a tiempo. Pero también una seria invitación para aprovechar la oportunidad, porque si la puerta siempre está abierta, nosotros no siempre estamos preparados.
No se trata de rebajas, sino de la maravillosa gratuidad y universalidad del amor de Dios. Su oferta viene de lejos, empezó con la Creación; siguió con la ininterrumpida cadena de profetas. Cristo lo confirmó con su vida entregada: Dios siempre tiene preparado un sí para nosotros. Cosa nuestra es aprovecharlo, acogerlo y desplegarlo en nuestras vidas, hacer pie en su amor y lanzarnos hacia el horizonte de plenitud que sólo Él puede ser.
Un año no basta para desarrollar todas las posibilidades que la fe guarda para quien atraviesa sus umbrales. De hecho, hará falta toda una vida. Pero sí puede venirnos bien este año, para caer en la cuenta de que nuestras sencillas, pero arriesgadas existencias, cuentan con una inmensa posibilidad de sentido, dicha y futuro. La decisión es nuestra. No será fácil, hará falta mucha confianza y mucha generosidad. Será menester trabajar para que lo que puede ser, lo sea de verdad. Tendremos que pensar, escuchar y meditar. No nos faltarán acompañantes, pero cada uno tendrá que dar sus propios pasos. Si lo hemos comprendido y nos atrevemos… adelante, está vd. en su casa.