Manuel de Diego Martín

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21 de marzo de 2015

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Una feligresa me comentaba el otro día con mucha pena que dicen que el Papa va a estar poco tiempo. Yo le contesté que no le preocupase tanto el tiempo en que esté, estará lo que el Señor quiera. Lo que el Espíritu Santo le inspire que debe estar. Lo que sí debe preocuparnos es si no sabemos aprovechar todo el caudal de gracias que el Señor nos está concediendo a través de su Pontificado.

Lo que sí me preocupa es lo que el otro día escuché en una conferencia al hacerme cargo de la oposición mordaz que hay en algunos sectores de la Iglesia contra él. Algunos no pueden entender su espíritu profético y evangelizador. Decía el conferenciante que estamos con lo mismo que sucedió con la recepción del Concilio Vaticano II. Hoy cincuenta años después de su celebración, leyendo los documentos vemos qué hermosura, qué regalo del cielo qué providencial fue para nuestra Iglesia celebrar este Concilio. Pues bien, muchos de los que pudiéramos llamar progres, los que querían hacerle decir al Concilio lo que ellos deseaban, lo interpretaron a su manera y marcharon a la deriva. Por otra parte, los conservadores, los lefevrianos, hacían una lectura del Concilio en el que veían herejías por todas partes y se marcharon también de la Iglesia. ¡Qué pena!

Puede pasar lo mismo con el Papa Francisco. Algunos quieren hacerle decir lo que quieren escuchar, cosas que no pertenecen a la fe de la Iglesia. Pero hay otros, que se dicen cristianos, tal como vemos en algunas redes, que quieren ver en algunas afirmaciones del Papa, que sacan de contexto, toda clase de herejías, Esto no es de recibo.

Yo deseo que el Papa esté los más años posibles, los que Dios quiera. Pero los que esté quiero seguir identificándome con sus pensamientos y palabras, como cuando nos dice que quiere una Iglesia más samaritana, más cercana, más limpia y más creíble. Una Iglesia de puertas abiertas y madre con entrañas de misericordia. Me gusta mucho el Papa cuando nos dice que necesitamos la conversión del corazón, necesitamos un corazón más cristiano, más evangélico, en suma más de Jesucristo, que sea capaz como la lluvia fina de hacer  reverdecer todos los rincones de la tierra.

Han pasado dos años y que vengan los que el Señor quiera. Pero que nadie por las prisas o las pausas marchite este anhelo evangelizador del Papa.