José Joaquín Tárraga Torres

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15 de diciembre de 2024

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Los cristianos no podemos tener cara de vinagre, nos dice el Papa Francisco. La alegría es intrínseca al cristiano. Ya lo dice la Palabra: “estad alegres, os lo repito, estad alegres”. Y es que la alegría nace de la esperanza, de la espera en un Dios que está con nosotros. La alegría surge de sabernos amados, queridos y acompañados por un Dios que es Amor, Buen Pastor, y nuestro Padre.

Hoy, la Palabra nos lleva a la figura de Juan Bautista, el precursor, el que prepara el camino al Señor. Aquel que sabe que no es el camino, ni la verdad, ni la vida, pero sí es el que espera, el que sabe que Dios no defrauda. Y ahí, junto al Bautista, es donde se sitúa un grupo de personas que están activas, con ganas de cambiar, de llenarse, de transformarse, de actuar. No son agentes perezosos, sino que están en actitud abierta y en disponibilidad.

“Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?”. Me encanta esta pregunta. Es la pregunta de los inconformistas, de los buscadores, de los aventureros que desean llenar su vida. Es la pregunta de los que saben que Dios está por llegar. No se quedan en la queja ni en la lamentación, sino que buscan respuestas y esperan abiertos a esa llamada que inunde sus vidas.

Hoy nos acercamos a Juan, el Bautista, y le preguntamos: “Y nosotros, ¿qué?” La respuesta del Bautista a cada uno de esos buscadores nace de la humildad, de la sencillez y de la fraternidad. Es la respuesta del que recuerda lo fundamental, el origen de todo: una vida sencilla, pero que siempre señala más allá.

“Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Hoy, la respuesta vuelve al fundamento: estad alegres. Nos toca cambiar nuestros rostros, iluminarlos con una sonrisa y mantenernos en la espera. El Señor está cerca.