Fco. Javier Avilés Jiménez
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26 de enero de 2013
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La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.[Benedicto XVI, Porta Fidei 6]
A pesar de que la aplicación de las pautas del Vaticano II despertaron y todavía despiertan recelos por los posibles «excesos» a que hubiera podido dar lugar, el Papa hablaba de la «renovación siempre necesaria de la Iglesia». Es muy difícil que un cuerpo formado por tan numerosos miembros como la Iglesia, goce de una completa y perfecta unanimidad y así lo vemos a la hora de valorar los efectos del Concilio. Pero ni en los tiempos de los Hechos de los Apóstoles se dio esa consenso pleno.
El Papa completa y profundiza el sentido de la renovación eclesial cuando la remite al testimonio de vida de los creyentes. No se trata de una mera adaptación a los tiempos, que bien necesaria es también en muchos aspectos, sino de la coherencia entre lo que creemos y sus efectos en nuestra forma de actuar, en nuestras opciones y compromisos. El lenguaje con el que la fe se comunica es el del testimonio. De hecho el propio Jesús, a cuya palabra nuestra fe se adhiere, nos transmitió el Evangelio del Reino de Dios con el testimonio de toda su vida.
Lo vemos continuamente, cuando, motivados por su fe, los cristianos están en su puesto junto a los pobres, compasivos con los que sufren, creativos para proponer iniciativas sociales y educativas que mejoren la vida, hacen más creíble la bondad y sentido de nuestra misión. Esa es nuestra mejor campaña de publicidad.