+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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10 de noviembre de 2018

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Muy queridos diocesanos:

Celebramos, un año más, el Día de la Iglesia Diocesana, una ocasión propicia para reavivar nuestro sentido de pertenencia a esta Iglesia de Albacete, que, como porción de la Iglesia universal, camina en esta tierra manchega.

Aquí, en esta Iglesia, habéis nacido y crecido en la fe, habéis experimentado la alegría de conocer a Jesucristo, habéis vivido la experiencia de ser sus discípulos y de participar en su misión evangelizadora.                                                                                                                  

La Iglesia de Albacete, a través de las distintas parroquias y servicios diocesanos, quiere ser, pues, el hogar donde la fe es experimentada y transmitida como fuerza liberadora, capaz de provocar la adhesión y el seguimiento a Jesucristo, su mayor tesoro, tanto en quienes nacen dentro de familias cristianas, como en aquellos que se han alejado o en quienes se acercan a sus puertas. Queremos ser una Iglesia que, en medio de sus debilidades, acoge a unos y a otros, y es, así, signo visible de la entrañable misericordia de Dios, que no hace acepción de personas.

Como una buena madre, la Iglesia no solo nos gesta y nos da a luz con la unción del Espíritu Santo, sino que nos cuida y alimenta por medio de los Sacramentos y de la Palabra de Dios y, como experta pedagoga, nos acompaña para llegar a ser verdaderos hermanos, auténticos discípulos-misioneros.                                                                                  

Estamos en el tercer año de la Misión Diocesana. Queremos sentirnos empujados por El Espíritu Santo a llevar a todos la alegría del Evangelio y su fuerza liberadora, a llegar hasta las «nuevas periferias existenciales», para acercar a todos la luz de la esperanza que ilumina nuestras oscuridades.                                                                                                              

Somos una gran familia que se construye con el «sí» de cada uno, contigo, contigo, contigo… Contigo acompañamos a nuestros hermanos en la iniciación cristiana de los más pequeños y en la formación permanente de los adultos. Contigo celebramos la presencia de Cristo en nuestras vidas y la esperanza a la que nos llama. Contigo servimos a las personas, a la dignidad de todos y, especialmente, a los más pobres.                                                   

Os agradezco a todos vuestra colaboración personal y vuestra ayuda material. Doy gracias a Dios por cada uno de los miembros de esta gran familia diocesana, que con vuestro testimonio hacéis presente a Cristo en nuestra misma Iglesia y en el mundo.                                                                                                                                                                                                            

Con mi gratitud, afecto y bendición.