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21 de septiembre de 2013

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Jesús no era un ingenuo que no conociera la importancia que tiene el dinero para que el hombre pueda vivir con dignidad. El mismo vivió la necesidad de trabajar en el oficio de S. José para ayudar en la economía domestica, sobre todo después de la muerte de su padre, siendo el único responsable de dicha economía. Vivió la angustia de la mujer que pierde un denario y se goza cuando lo encuentra, sabedor de la necesidad del mismo para poder comprar los alimentos necesarios para su familia.

En este tiempo en que la crisis económica tiene sumida a muchas familias en la desesperación de no poder llegar a final de mes, e incluso no poder satisfacer las necesidades básicas de alimentación, pago del alquiler de la casa o hipoteca, luz, libros escolares…etc.,  Jesús nos hace ver a todos cuál debe ser nuestra actitud ante el proyecto que Dios tiene para toda la humanidad; que no es otro que llegar a la plena felicidad, y para conseguirla es necesario vivir con todas las necesidades cubiertas. El Reino de Dios es un Reino de amor donde no existen las diferencias de acumulación y carestía, todo es para todos.  Cuando Dios termina la creación y la mira se siente satisfecho de haber entregado al hombre un mundo donde tiene la posibilidad y la capacidad de encontrar todo lo necesario para poder alimentarse y vestirse, donde no hay soledad ni dolor y el hombre se siente feliz. Solo cuando el hombre por el pecado de avaricia empieza a acumular, rompe la armonía del proyecto de Dios. Juan bautista al anunciar la llegada del mesías  nos habla de la llegada del Reino de Dios y pide la conversión para acogerlo, Jesús nuestro Señor inicia su ministerio con la llamada a acogerlo y hacerlo vida en nosotros, el proyecto de Dios es el Reino, una vuelta hacia un mundo solidario donde la única ley seria la del AMOR.

¿Queremos adherirnos a ese proyecto?  Entonces debemos saber que Dios y por lo tanto su voluntad están por encima de nuestras pequeñas codicias de acumulación, avaricia y veneración del dinero. El Cristiano que se sabe hijo amado de Dios sabe valorar y poner en su sitio todo aquello que no es el propio Dios y destinarlo para lo que está hecho. Poner nuestro corazón en el dinero, quita  espacio para Dios y para el cumplimiento de su voluntad, nos deja en una posición de alejamiento de Dios y de los hermanos, nos endurece y no nos deja ver las necesidades de los demás, que son hijos de Dios y por lo tanto hermanos nuestros, hijos amados del Padre común  especialmente aquellos que lo están pasando mal por culpa de esta crisis que vivimos todos. A nuestro lado pasan cada día personas con dificultades de todo tipo ¿qué respuesta les damos? ¿Pasamos de largo o nos paramos para ayudarles compartiendo con ellos nuestro tiempo y nuestros bienes?

Judas el traidor es un ejemplo de no entender el mensaje de Jesucristo, él como nosotros compartió su vida con El escuchó su mensaje y no entendió nada. Se quejó del dinero invertido en el perfume de la mujer pecadora se sintió defraudado del mismo Jesús y al final lo entregó vendiéndolo por treinta monedas.

Cuando el escriba le preguntó al Señor cual era el mandamiento principal de la ley Jesús le contestó amaras a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo. Después  en la última Cena Jesús nos dijo: amaros como Yo os he amado.

Dios y los hombres/mujeres van unidos en un mandamiento que nos habla no de acumular cosas, sino de amar como Jesús nuestro Señor nos ha amado. Nosotros que somos discípulos de Jesús debemos de vivir la buena noticia que Él nos trajo, y ser testigos del amor de Dios en esta sociedad en que estamos y sobre todo sentirnos responsables de hacer realidad el proyecto que Dios sueña para toda la humanidad.