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18 de septiembre de 2010
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La escena descrita por el Evangelio de Lucas nos resulta familiar. Es relativamente frecuente que los medios de comunicación nos traigan noticias de escándalos económicos, malversaciones de fondos y mala administración en beneficio propio. Pero esto no es un detalle distintivo de nuestra época, estos comportamientos van unidos a la condición humana desde hace siglos. La tentación de poseer más ha existido siempre, y Jesús se sirve de esto para brindar a sus discípulos una lección sobre la importancia de las riquezas y de la riqueza en si misma.
Todos nosotros somos depositarios de muchos tesoros que nos han sido dados de forma generosa y que se nos han confiado a modo de administradores. Y tenemos la obligación de administrarlos bien. Lo primero que hace el señor es llamar a su trabajador y le pide cuentas para aclarar la situación. ¿Qué es eso que dicen de ti?. Dame cuentas de tu gestión porque quedas despedido… ¿Podemos imaginarnos a Dios haciéndonos a cada uno esta pregunta? ¿Qué es lo que me dicen de ti? Es el primer interrogante que hoy nos plantea el Evangelio.
En un intento de no perderlo todo, el administrador falsea las cuentas de su amo para granjearse la simpatía de sus vecinos. Actúa astutamente, pero en el fondo sabe que lo que así puede conseguir es sólo una amistad interesada. Aunque el amo lo felicita por su ardid, Jesús sigue diciendo que la amistad verdadera, la que abre las puertas del cielo, no se fundamenta en engaños, sino que nace del amor y servicio desinteresados. La importancia de obrar bien nace de una manera de ser y de actuar. Somos trabajadores sencillos y humildes que hemos de administrar los bienes de nuestra vida cotidiana. Cada uno en su entorno y en sus circunstancias tiene la obligación de administrar bien y ser fiel en lo poco, porque quien actúa rectamente y sabe valorar lo importante, lo hace en lo poco y en lo mucho.
El mensaje del Evangelio va al centro de nuestra vida cristiana. Dios nos ha confiado la creación, la vida, la naturaleza y las personas que nos rodean. Todo lo hemos recibido gratis, y gratis lo tenemos que dar. El propósito de nuestra vida es hacer un mundo mejor y más humano y fraterno administrando bien lo que poseemos. ¿Lo hacemos? ¿Derramamos generosidad y misericordia? ¿Procuramos unas condiciones de vida mejores para el hermano más desfavorecido? ¿Nos preocupa que los bienes estén bien repartidos, o nos apegamos a nuestro bienestar como si fuera de nuestra propiedad sin llegar a comprender que somos administradores pero no propietarios?
Creo que si estuviéramos convencidos de que Dios es el único dueño y señor nos confiaríamos más a Él y trabajaríamos por adelantar su reino en la tierra, porque es a Él a quien hay que rendir cuentas.
¿Qué es lo que más valoramos en nuestra vida? Si hacemos este ejercicio de reflexión seriamente, probablemente convendremos en que lo más importante de nuestra vida se nos ha dado gratis, no lo hemos comprado ni lo podemos adquirir con dinero. Por eso nosotros lo debemos administrar con generosidad a favor de un mundo más justo.
Las palabras finales del Evangelio son radicales: No podéis servir a Dios y al dinero. Hay que optar y tomar partido claramente por lo que queremos y merece la pena. Trabajar por aquello que nos hace más personas. El himno litúrgico viene a decir que a jornal de gloria, no hay trabajo grande.
Nuestra opción cristiana nos tiene que llevar a vivir con fuerza este mensaje, a que cada día nos sintamos criaturas en manos del Señor y colaboradores suyos en su tarea redentora. Es el mensaje de Cáritas, somos el corazón de la Iglesia, el vehículo que ésta nos ofrece para hacer que a todos lleguen los bienes que nos ha confiado Dios. Por eso Cáritas no es una ONG más, es la imagen visible de la tarea cristiana de administrar rectamente los bienes.
Todos los cristianos somos Cáritas porque el mensaje de la fe está íntimamente ligado con nuestra acción, la relación estrecha con Dios nos lleva a implicarnos en la construcción de un mundo más humano y más fraterno.
Carmen Escribano Martínez
Directora de Cáritas Diocesana