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30 de agosto de 2014
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La Liturgia de la Palabra que nos presenta este domingo nos recuerda que el verdadero seguidor de Jesucristo debe preparar su corazón para las incomprensiones, las luchas y muchas veces hasta el deseo de abandonar a Dios: “La Palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: no hablaré más en su nombre…” (1ª Lectura). El verdadero cristiano debe tener la valentía para vivir con coherencia la Buena Nueva de Jesucristo y para ello Jesús nos marca el camino que debemos de seguir, un camino que Él mismo hizo y que nos marcó para todo hombre y mujer.
El proyecto de todo auténtico cristiano conlleva hacer vida tres actitudes claves en la vida de todo discípulo: negación, cargar y seguir. A la luz de estas tres palabras debemos de examinar con valentía como estamos viviendo nuestro cristianismo a nivel personal y comunitario.
“…. El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo…”: el negarse conlleva tener la suficiente madurez y valentía de salir de nuestros propios esquemas, en el que muchas veces hemos convertido el cristianismo a nuestra medida, estático, sin vida lleno de normas y prohibiciones impidiendo que “…el Espíritu Santo nos transforme” (2ª Lectura) y no mostrando el verdadero rostro de Dios a nuestros hermanos más necesitados.
“…., que cargue con su Cruz…”: no existe Cristo sin Cruz, no podemos pretender separar a Jesucristo de la Cruz. Para nosotros los cristianos la cruz no es símbolo de derrota ni de sufrimiento, es el símbolo del amor de Dios Padre por cada hombre y mujer en la que nos entrega a su Hijo por amor. Por lo cual debemos tener la capacidad de cargar nuestra propia cruz pero no como algo incómodo, molesto y pesado sino de abrazarla con amor y de esa manera seremos capaces de ayudar a llevar la cruz de tantos hombres y mujeres marginados por nuestra sociedad y por nosotros mismos.
“… y me siga”: Solamente seremos verdaderos cristianos en la medida en que a nivel personal y comunitario sigamos a Jesús con toda las consecuencias que conlleve, renunciando a nuestros propios proyectos egoístas y acomodados y que todo nuestro sentir y pensar sea según el de Dios y no el nuestro.
Que la Virgen María, la fiel discípula de Jesús nos ayude a negarnos a nosotros mismos, a abrazar nuestra cruz y las cruces de todos nuestros hermanos pobres y necesitados, y que nuestros pensamientos y nuestras obras sean según la voluntad de Dios, mostrando una Iglesia evangelizadora y samaritana para todos los hombres y mujeres.
José Alberto Ramos Méndez
PP. Paúl – Párroco de San Vicente de Paúl