|
21 de julio de 2012
|
48
Visitas: 48
Vuelven todos los discípulos muy contentos después de haber sido enviados por Jesús. Rápidamente el Señor piensa que lo mejor es organizar un tiempo de descanso: necesitan descansar, reflexionar, estar con Él y comunicar sus experiencias como enviados suyos. Estoy seguro que los más lanzados (posiblemente Pedro y Santiago) comenzarían a contar las anécdotas más relevantes; todos esperaban su momento de puesta en común porque querían contar al Señor y a los demás la fuerza que habían experimentado y lo bien que se habían sentido.
Pues pensado y hecho: la barca estaba ya preparada para buscar un sitio tranquilo y apartado para su ‘convivencia’.
Pero de pronto se fastidió el descanso porque muchos LOS VIERON marcharse y se adelantaron. Cuando los apóstoles empezaban a desembarcar ya estaba allí la multitud esperando.
Es un momento en el que Jesús se podía haber quejado y decir: “ya está bien, hombre, estoy sin parar con vosotros y hoy nos tocaba descanso… ¡A ver si va a poder ser!”. Podría haber hecho una exaltación de la necesidad del descanso y de las vacaciones como imprescindibles. Pero no fue así. ¿Cuál fue el motivo de la renuncia a su descanso?: pues así de sencillo: LOS MIRÓ: “vio a la muchedumbre y LE DIO LÁSTIMA porque estaban como ovejas sin pastor”.
Parece un diálogo entre las dos maneras de mirar: la muchedumbre VE al grupo de Jesús que se va a otro sitio. Jesús VE a la muchedumbre que estaba como ovejas sin pastor. Dándose cuenta de todas sus necesidades interrumpe la jornada de descanso y les enseña a sus discípulos que el descanso es muy importante y necesario pero que las necesidades del prójimo tienen preferencia hablando en el lenguaje de la misericordia.
A lo largo de toda la biblia aparecen muchos gestos relacionados con la manera de mirar y de ver y todo lo que tiene en común la mirada con la conciencia: El joven rico se sintió mirado por Jesús con cariño y esperando una respuesta; pero aquel joven dijo no a su llamada pero tuvo que bajar los ojos avergonzado.
Se repite muchas veces en los salmos lo de “Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”.
Pedro lloró amargamente después de su traición cuando se sintió mirado por Jesús.
En el evangelio de S. Mateo Jesús nos previene. “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en tinieblas”.
En otra ocasión OBSERVA la limosna que deposita la gente en el cepillo del templo y se fija atentamente en aquella viuda pobre que da todo lo que tiene con la moneda más pequeña.
En la actualidad necesitamos volver a educar nuestra mirada, nuestros ojos desde nuestro corazón porque estamos en un mundo en el que desde niños tenemos los ojos ocupados en las pantallas: tv, ordenador, móviles cada vez más sofisticados, iPod… trastos, cacharros que se han hecho imprescindibles (sobre todo para niños y jóvenes) por donde pasan muchas cosas buenas y útiles pero también los chismorreos ajenos, las peleas juveniles, las groserías, la sed de amigos para que los contabilice Facebook y pueda presumir de amigos en fotos con toda clase de poses pero, a la hora de la verdad, con una soledad enorme cuando necesito la presencia física y normal de alguien que me hable, que me entienda y me comprenda.
Yo, como parte de esas muchedumbres, leyendo el párrafo tan corto del Evangelio de hoy quiero aprender a mirar, ver, fijarme en Jesús para descubrir que Él es la solución a mi vida, el sentido de mi existencia; en Él están las respuestas que necesito. También quiero hablarle de mi enfermedad, de la soledad que tengo, de todos mis fallos, de las zonas oscuras de me vida. Soy parte de esa multitud que acude al Señor para que me sane.
Él VE y sabe todos los dones que me ha dado y que me ha regalado unos ojos profundos para saber mirar desde el corazón. Me repite que quiere contar conmigo, con todos los que nos llamamos hermanos, discípulos suyos para enviarnos como a los apóstoles a la tarea de la evangelización. Para ello me exige estar y descansar con Él, pero también que aprenda a MIRAR, VER, FIJARME. ¡Que mis ojos miren con misericordia!
La ayuda segura para cambiar la mirada nos la puede dar la Virgen María a la que tantas veces le hemos pedido y suplicado en la Salve: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.
César Tomás Tomás,
Delegado Diocesano de MCS y
Párroco de San José (Albacete)