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14 de julio de 2012
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Como Jesús envió a sus apóstoles a anunciar el Evangelio, también nos envía hoy a nosotros. El trozo de la Palabra de Dios que leemos este día es un auténtico reto y alegato a nuestra misión como mensajeros y embajadores de la Buena Noticia.
En nuestra vida de cada día, en todo lo que hacemos, estamos llamados a dar testimonio de su amor, de su vida, de su esperanza. Y todos los domingos, cuando los cristianos nos reunimos para celebrar la Eucaristía (nuestra acción de gracias), volvemos a oír su llamada, y recibimos su fuerza y su gracia.
En el párrafo del Evangelio que la liturgia nos presenta hoy para nuestra reflexión, oración y compromiso, vemos a Jesús, como después del rechazo de Jesús por sus paisanos y compatriotas en Nazaret, el evangelista Marcos que nos acompaña este año, nos recuerda la primera misión, ciertamente limitada, de los apóstoles en Galilea, preludio de la misión universal de la Iglesia en el mundo donde el mismo Señor nos envía a anunciar la buena nueva a todos los confines del universo contando siempre con la certeza de que Él estará siempre con nosotros.
Jesús envía a los doce de dos en dos y les da autoridad sobre los espíritus inmundos, entiéndase el mal, o el maligno.
Les envía “de dos en dos”, es decir, en gesto de solidaridad misionaria para que se ayuden mutuamente y para que puedan expresar el carácter comunitario del reino y de la misión de los mismos cristianos. También aquí nadie camina solo.
Los enviados de Jesús se ponen en camino desprovistos de bienes materiales, van ligeros de equipaje. Se hacen solidarios de los demás, pero no solo confían en quien los envía sino también en quien les ofrece hospitalidad y acogida. Tampoco faltarán los rechazos e incomprensiones que habrá que saber encajar y aceptar salvando siempre la grandeza y la miseria de la libertad humana. La fe como nos dijo el llorado Juan Pablo II en Cuatro Vientos no se impone, sencillamente se propone.
La proclamación evangélica, debe tener estas cualidades: una fuerte llamada a la conversión y al cambio de la propia vida, estar acompañada de una praxis liberadora, no presentarse espectacularmente y no insistir en la aceptación cuando el destinario es refractario.
Por eso la actividad misionera de los doce apóstoles (cuyo nombre significa enviados, igual que Misa que etimológicamente subraya el carácter de envío de la celebración) se resume con los mismos términos que resumen la de Jesús: predican la conversión, expulsan a los demonios y ungen a los enfermos para curarlos.
Para mí, como pavoniano esta página del Evangelio me reta a lo comunitario, superando el acentuado y asfixiante individualismo que nos invade. En el envío de dos en dos veo la fuerza del matrimonio y de la familia, del poder de la pareja como dicen mis amigos de Encuentro Matrimonial, movimiento que subraya el diálogo y la comunicación entre la pareja y que está en la frontera y en límite de la evangelización.
Sueño con una Iglesia donde finalmente los laicos, el gran gigante dormido, camine junto a sus pastores en bien de todo el pueblo de Dios y del servicio del Reino de Dios y sean verdaderamente los protagonistas de la Nueva Evangelización.
Sigo soñando con una Iglesia cuya única fuerza sea el poder del amor y del Evangelio de Jesús donde todas las riquezas, y no me refiero solo a lo material, estén al servicio de nuestros hermanos más pobres. Y donde la fe en Jesucristo nos libere de nuestro egoísmo y comodidad y sane las dolencias, del cuerpo y del espíritu, de todos mis compañeros de viaje.
Así acogeremos con radicalidad la llamada a la conversión y creeremos al fin en la Buena Noticia que nos trae Jesús que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos” y nos llenaremos de esperanza.
Y para terminar este sencillo compartir quisiera que este verano dejemos todos espacios de silencio y meditación a la palabra de Dios, de acogida y hospitalidad de quien está a nuestro lado, empezando por nuestra propia familia, y extendiéndolos después hacia el vecino, el emigrante y quien sufre más duramente las consecuencias de esta grave crisis económica que nos rodea.
¡Feliz domingo y sabed que tenemos una gran misión!
Julián García Velasco
Religioso Pavoniano y
párroco de Santa Ana y Argamasón