|

13 de julio de 2013

|

216

Visitas: 216

[tta_listen_btn]

Necesitamos de buenos principios para organizarnos y vivir; pero de nada sirven si no se conocen o no se ponen en práctica. Dos dimensiones importantes, conocer y vivir, que a su vez van unidas y se auto-implican mutuamente. Un mandamiento que no se cumple es una ley muerta, un precepto vacío; su finalidad es canalizar la vida hacia la meta; en la vida de fe hacia la salvación, por eso es necesario hacerlo vida, ponerlo en práctica. En este sentido, Moisés habló al pueblo en el desierto: “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”.

Para el seguidor de Jesús es importante conocer los principios y normas de la vida cristiana, pero además, es importante vivirlos todos los días de su vida. El texto del Evangelio plantea esta cuestión en el diálogo que un letrado o doctor de la ley mantiene con Jesús (Lucas 10,25-26). El diálogo comienza con la pregunta que el letrado hace a Jesús para ponerlo a prueba y cuya respuesta ya sabía: “-Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”, y Jesús le invita a contestarse él mimo, y éste contesta citando correctamente el texto fundamental de la fe de Israel: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón… Y al prójimo como a y mismo” Dt 6,5 y Lev 19,18. Jesús elogia su conocimiento de la Escritura y le invita a ponerlo en práctica: “Haz esto y tendrás la vida”. En definitiva, lo importante no es tanto tener muchos principios cuanto ponerlos en práctica.

Ciertamente, ahora se plantea otra cuestión: ¿Cómo hacerlo? Por eso, hace una segunda pregunta a Jesús. “¿Y quién es mi prójimo?”. A la que Jesús, mostrando una vez más su capacidad pedagógica, no le señala quién es su prójimo, sino que tras la parábola que conocemos como del Buen Samaritano, pregunta al letrado quién de los tres (el levita, el sacerdote o el samaritano) se portó como prójimo del que cayó víctima de los ladrones. En el fondo Jesús aprovecha la pregunta inocente del letrado para darle la vuelta al argumento y poner la respuesta adecuada en boca del letrado: “El que se portó bien con él”; para, seguidamente, Jesús le apremie: “Anda haz tú lo mismo”.

En las sociedades urbanas las prisas y las muchas ocupaciones nos hacen ir corriendo de un lado para otro, metidos en nuestros asuntos, al margen de los demás. Vivimos tan a lo nuestro, en nuestros proyectos y problemas que la vida de los demás pasa desapercibida. Por otra parte, con la inflación de noticas desastrosas que continuamente nos llegan nos hacemos insensibles ante las necesidades y problemas de los demás, y en consecuencia adoptamos posturas autistas, más o menos conscientes, para las que encontramos justificación aduciendo en el mejor de los casos que “bastante tenemos con nuestros problemas”.

Posiblemente, si hoy nos hacemos la pregunta que le hace el letrado a Jesús: “-¿Quién es mi prójimo?”, no tendremos grandes dificultad para encontrar la respuesta, pues se da la circunstancia de que pobres y empobrecidos los encontramos por todas partes, en nuestra propia escalera, y también en nuestra propia familia. El creciente número de familias empobrecidas víctimas del largo periodo de crisis que estamos padeciendo, nos presenta innumerables casos de personas heridas en lo más profundo de su ser, envueltas en la violenta espiral de injustica y de complicidad silenciosa, que cada día van perdiendo algo de lo que fueron y van dejando atrás su razón de ser y de vivir. Su presencia en la sociedad reclama una solución que no les llega.

La situación que vivimos es de tal gravedad, que personalmente no hemos de perdernos en muchos análisis de la realidad (son muchas las instituciones que los hacen y bastante bien) sino que hemos de dar un paso adelante y comprometernos para atender las necesidades de los demás. “Haz tú lo mismo” es una llamada urgente a comprometernos para salir al paso de las personas que nos encontramos cada día víctimas de tantas injusticias y ayudarles con bienes materiales, con nuestra persona y sobre todo con amor. Gestos como el del Buen Samaritano se repiten, día a día, cerca de nosotros. La respuesta es, gracias a Dios, bastante grande, de muchas personas e instituciones, y tú puedes sumarte a esta gran cruzada samaritana que humaniza a la sociedad y llena de vida a las personas. “Anda, haz tú lo mismo”.

Luis Enrique Martínez Galera
Vicario general de la diócesis