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2 de julio de 2011
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]entrados ya en el Tiempo Ordinario y con la lectura del evangelio de San Mateo, el evangelista nos presenta a Jesús, antes de comenzar la predicación en parábolas que seguiremos a partir del domingo que viene con el capítulo 13, en actitud orante, en una emotiva acción de gracias.La dijo al volver los discípulos de su primera misión apostólica: la predicación del Reino de Dios, y el rechazo que muestran los sabios y los doctores de la ley a la Palabra de Jesús, porque no la entienden.
Jesús empieza su oración “te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.” exultante de gozo transmite alabanza, honra, favor, admiración, alegría, porque Dios revela lo extraordinario a los sencillos, a los humildes que quieren conocerle, a los que le necesitan, a los que están dispuestos a dejarse enseñar por Jesús, no a quienes se bastan con su autosuficiencia, no a quienes tienen la cabeza y el corazón llenos de otras preocupaciones y no cabe Dios en ellos.
Jesús reza conversa con su Padre y, al rezar, crece en él la alegría “Sí, Padre, así te ha parecido mejor” nos descubre otra fuente: la comunicación con Dios que se ha dejado entrever como obra divina siempre presente. En este texto del Evangelio no sólo nos dice que Jesús rezaba sino que nos explica el contenido de su oración en ese momento. Oración de alabanza, de acción de gracias, de confianza en que nos muestra la intensa relación filial entre Padre e Hijo.
La última parte del evangelio termina con una llamada y una invitación de Jesús “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados”. “Venid” palabra sencilla, pero muy significativa. Venir es dejar una cosa para acercarse a otra, o mejor dicho a alguien. Venid, pues, vosotros, trabajados y cargados de angustia y soledad. Gente sencilla, manipulada por los «entendidos» y sometida a los juegos de los poderosos, cansados de escribas y fariseos que les dictaban una confusión de leyes que agobiaban sus conciencias. Mandamientos o leyes para todo, para levantarse bien, para comer, para dormir, para hablar con la gente, para rezar, para tratar con los enfermos…, sin observar el ser persona, seres humanos a semejanza de Dios hechos para vivir, amar, reír, ser felices y por eso, Jesús dice: Venid que yo os aliviaré.
Si nos detenemos en cada evangelio, lo oramos y lo seguimos, sería impresionante nuestra transformación.
El mensaje de este evangelio es sin duda la oración, el reconocimiento de Dios como Padre, el amor que desborda en nosotros, el descanso la paz y el alivio que nos promete, la alegría que todos podemos tener, sea cual sea nuestra forma de ser, sean cuales sean nuestras circunstancias, o que unos días nos veamos llenos de vigor y otros nos encontremos cansados. Es la alegría que no la da el dinero, ni una vida de lujo o el hecho de que la gente nos honre, por más que todo eso pueda influir sobre ella, pues somos mucho más importantes que todo eso incluso que nuestro trabajo, cargo o profesión porque la auténtica fuente de la alegría, la sencillez, nos la ofrece Jesús.
La llamada que hace Jesús va dirigida a todos aquellos que le escuchan para seguirle. Es un “venid” que significa confiad ahora en la promesa, y venid, no mañana o el año próximo, sino ahora, pues en él encontraremos la paz, el descanso y la liberación porque su yugo es suave y su carga ligera.
Maruja Abia García
Directora del Secretariado de Liturgia