Manuel de Diego Martín
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17 de octubre de 2009
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El pasado mes de junio, en la fiesta de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Papa nos regaló la espléndida Encíclica “Caridad en la verdad”. Al final de la misma nos decía el santo Padre que el desarrollo conlleva una atención a la vida espiritual, se hace necesaria una experiencia de fe, de renuncia a sí mismo, de acogida a los demás. Hay que tener un verdadero sentido de la justicia y de la paz. Todo esto es indispensable para transformar “los corazones de piedra” en “corazones de carne” y hacer así la vida terrena más “divina”, y por tanto más digna del hombre.
Alguien dirá que no basta con que tengamos hermosos documentos, lo que importa son personas de corazón grande que estén dispuestos a ponerlos en práctica. Pues sí, gracias a Dios hay mucha gente que está dispuesta a vivir de estas grandes ideas. Ayer en el Seminario Diocesano de Albacete vivimos un gozoso encuentro. Más de doscientos voluntarios de la Familia Vicenciana se dieron cita en nuestra ciudad para reflexionar sobre estas ideas y para vivir de ellas. Había gente venida de Tarancón, de San Clemente, de Cuenca, de Ciudad Real, Manzanares, la Solana, Cartagena, de Hellín y de Albacete.
En una ambiente de convivencia fraterna, de oración y reflexión pasaron el día entero. El tema central lo desarrolló en una conferencia la presidenta de las Asociaciones de Cartagena, con el título: “El oficio de amar, ser y hacer de la AIC». Efectivamente para poder hacer, es necesario antes ser, a así es posible amar. “Servir es amar” decía Vicente de Paúl, y santa Luisa recordaba poner mucha atención al servicio de los pobres. Haciendo memoria de estos santos gigantes de la caridad, no puedo por menos de recordar las palabras del Hno. Rafael, declarado santo el domingo pasado en Roma. “Si no amamos, ¿para qué vivir?”.
Este gozoso encuentro ha sido una llamada a vivir, a servir, a amar, a llenar el alma de la presencia de Dios. En una sociedad caracterizada por la indolencia, la pasividad, el egoísmo incrustado en tantos tejidos sociales, el encuentro de estos voluntarios es como un grito, una fuerte llamada a despertar la conciencia para convertirse en antídoto frente una sociedad demasiado enferma.
En una de las ponencias se habló también de cómo “Revitalizar la Asociación”. Efectivamente, entre los voluntarios hay muchas personas mayores. En el Encuentro de Albacete celebraban ya las bodas de plata de estos eventos. Esperamos que muchos jóvenes entiendan este mensaje y recojan el relevo. Es necesario que todos los hombres de buena voluntad y todos los seguidores de Jesús, vivamos la caridad en la verdad.