Francisco Javier Avilés Jiménez
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8 de septiembre de 2025
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El 8 de septiembre, desde muy antiguo (s. V), la Iglesia celebra la Natividad de la Virgen María y, en Albacete, esa conmemoración tiene nombre propio, devoción arraigada y tradición que une fe y fiesta, religiosidad y fiesta popular: la Virgen de los Llanos, patrona de la ciudad y la diócesis de Albacete. A la madre del Salvador encomendamos los albaceteños nuestras ofrendas de cada día, amargas o alegres, pero siempre puras y sinceras. Y con la advocación de Nuestra Señora la Virgen de los Llanos nos vinculamos con más amor y gratitud a su Hijo y al Evangelio que predicó
«La que debe dar a luz», profetizó Miqueas (Miq 5, 1 – 4a), y el cristianismo leyó la profecía en relación con lo que habían visto y creído, en referencia a su Señor Jesucristo. Aquella que debía dar a luz, la «bienaventurada» porque creyó y colaboró con su vida para que se cumpliera lo prometido, es para la Iglesia el eslabón necesario que une a Cristo con la fe de Israel y al cristianismo de cada época con su origen y su hogar. Pero también es la Virgen María quien, transmitiendo a su Hijo bendito las promesas de la Palabra de Dios, facilitó que se hicieran realidad en Jesús, yendo más allá de los límites del pueblo de Israel para alcanzar a toda la humanidad, para ser «luz de las naciones». Mensaje éste tan necesario y actual como siempre, pero con sus urgencias y sus nombres propios: Gaza, Ucrania, los pueblos africanos, los cristianos perseguidos… y aquellos que mueren anónimos en el mar de las migraciones, pero cuyos nombres conoce Dios, como María conocía el verdadero nombre y destino de su Hijo.
Aquí, en Albacete -ciudad y diócesis-, a la que Ella precede por su fidelidad a la Palabra de Dios y nos conecta con el cumplimiento de la promesa en su Hijo Jesucristo, la veneramos como la Virgen de los Llanos. Tiene su historia, que se remonta a los siglos XIII (la imagen) y XV (la ermita), porque la Virgen de los Llanos cuenta con su imagen -o imágenes, pues en ello es peculiar su tradición-, sus costumbres populares y sus devociones vinculadas a una feria agrícola, a un pueblo que en su nombre se reúne y festeja ser pueblo y ser Iglesia de Albacete. Pero todo lo que el tiempo ha precipitado en la relación de esta tierra con la Virgen de los Llanos hoy debe prolongarse en la pasión por el Evangelio, en la comunión con el proyecto de Cristo, para llegar a ser una humanidad nueva: la fraternidad que adelanta en el presente lo que sólo en el futuro de Dios será plena realidad.
Por eso, a nuestra Señora de los Llanos, «señora de la sombra y la luz», le pedimos que sostenga y estimule la hora presente de la evangelización para esta Iglesia que la tiene por patrona, madre y estrella de la vida cristiana albaceteña.