Manuel de Diego Martín

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19 de noviembre de 2011

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Hace unos días en la Capilla del Colegio de María Inmaculada, dábamos el último adiós a la hermana María Dolores Medina Zornoza, Hija de la Caridad. A sus ochenta y nueve años, con casi setenta de consagración siguiendo al Señor Jesús en castidad pobreza y obediencia, entraba nuestra Hermana por la puerta grande al cielo, ella que como buena hija de S. Vicente de Paúl, había vivido una entrega total a los pobres en la tierra. ¡Con cuánta verdad sonaban las palabras del Sr. Obispo comentando en su homilía el evangelio de S. Mateo que leímos ese día en la misa de funeral: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros, porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber…”

María Dolores era natural de Albacete. Entró como religiosa en las Hijas de la Caridad siguiendo el carisma de S. Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac. Después de servir en diferentes lugares de la geografía española, fue enviada a su ciudad natal. Llevaba ya entre nosotros treinta años, unos como profesora del Colegio y después en otros cargos. Se ha caracterizado en la vida por su bondad, por su disponibilidad para estar atenta a todo aquel que necesitase algo en lo que ella le pudiese ayudar; por su afán para que los niños y jóvenes tuvieran una buena formación cristiana. Con una muerte muy dulce, nuestra hermana se nos marchó al cielo.

En este momento en que recordamos a María Dolores en su camino hacia el cielo, no queremos olvidar aquí en la tierra el sufrimiento, la tristeza, aunque también la alegría y esperanza en que viven en estos momentos  sus Hermanas de Congregación que habitan en el Barrio de las Seiscientas. El otro día unos desalmados arrasaron uno de los Centros Sociales que ellas tienen en ese lugar. Les robaron ordenadores, fotocopiadora, cañones… y con una maldad inimaginable destruyeron todo lo que encontraron por delante.  Se trataba del material que las hermanas tenían precisamente para llevar adelante el proyecto ALCA, que tiene como objetivo ayudar a los jóvenes de la calle a encontrar un buen camino por la vida. ¿Cómo puede haber gente tan desagradecida, tan malvada? ¡Qué le vamos a hacer! también hay gente muy buena en ese Barrio que reconocen la labor admirable de las Hermanas y el inmenso bien que ellas con todo su amor les están haciendo.

Queridas hermanas de las Seiscientas, que el recuerdo de vuestra hermana Dolores, que vivió una vida entregada como la de Jesús, os ayude a mantener viva la esperanza para seguir trabajando en el Barrio de las Seiscientas. Que ella desde el cielo os eche una mano.