Pablo Bermejo

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29 de septiembre de 2007

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]S[/fusion_dropcap]olemos reírnos cuando el protagonista de una comedia o serie de dibujos se queda boquiabierto y embobado mirando a la televisión; nos parece una sátira quizá demasiado exagerada. Sin embargo, en los tiempos que corren, realmente ocurre algo muy similar. La semana pasada estaba tomando un café con un amigo y comenzó a contarme indignado que habían cerrado los servidores de un programa de descargas por Internet de música, series y videojuegos. Por lo visto él se encontraba dentro del tercio de los usuarios de dicho programa que han sido afectados por dicha clausura y las soluciones que le habían sugerido no funcionaban.

Le pregunté que si había muchas cosas que necesitaba y decía que de momento no pues por lo visto tenía torres enteras de DVDs con cómics, películas y juegos todavía sin usar. Entre todas sus quejas se le escapó una frase: ‘en verdad siento cierto alivio…’. Me reí con eso y le pregunté por qué. Me comentó que era una persona muy nerviosa y que nunca le había gustado dejar cosas por hacer, tanto referentes al hogar, como a los estudios o los libros que tenía esperando en su estantería a ser leídos.

Cuando consiguió que sus padres contrataran banda ancha para Internet, poco a poco se vio sobrepasado por una cantidad de cosas que hacer que por las noches ya no conversaba con sus padres, e incluso después de comer en lugar de descansar no podía evitar sentarse frente al ordenador a ver series que le habían dejado o se había bajado y que tenía prisa en acabar de ver porque tenía otras cuantas esperándole.

Mi amigo es médico y se encuentra actualmente haciendo la residencia en Albacete. Sabe que sería muy recomendable que el tiempo que tuviera libre lo utilizara para leer artículos o revistas de su especialidad para alimentar su mente. Contándome esto, se le pasó el enfado y me dijo algo que le dijo su padre el día anterior.

Después de comer, se sentó como siempre frente al ordenador para terminar de ver una serie anime que le tenía atrapado cuando, de repente, su padre se acercó a él, le levantó los auriculares y le dijo: ‘esto te vacía el espíritu, tienes que llenarlo con información útil para tu vida’. Dice que se quedó sin palabras pues le había herido donde más le dolía, pero que, aunque seguía indignado por no poder usar su programa favorito de descargas, era por esa frase por lo que sentía alivio de no tener más que descargarse y así intentar volver a dedicar su tiempo a alimentar su espíritu.