Manuel de Diego Martín

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9 de julio de 2016

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El pasado mes de junio, se celebró el “Día del Refugiado”  Estas jornadas tienen como objetivo  hacernos reflexionar sobre  los refugiados que está ahí todos los  días  del año y que nos están pidiendo a gritos que le ayudemos para salir ese calvario infernal en que viven  Con motivo de la jornada, para darnos ánimos el Papa, nos anunció que  se había traído otros nueve refugiados a Roma, que serán cuidados por la Comunidad de S. Egidio.  Esto es  una gota en el océano, si, pero como diría Teresa de Calcuta, sin estas gotas el mundo sería peor.

Y mientras nosotros depositábamos las papeletas en las urnas el día de las Elecciones  para ver cómo podemos construir una sociedad mejor, más armónica,  justa y fraterna donde nadie tenga que sufrir la ignominia de los otros, el Santo Padre liberaba palomas de la paz en la frontera entre Armenia y Turquía.  El viaje del Papa ha querido  ser una llamada  a la reconciliación entre pueblos que un día sufrieron lo indecible.  Ha visitado el Memorial de Medn Yeghen en donde se produjo el llamado genocidio armenio. Más de un millón y medio de armenios fueron asesinados  por Turquía en la primera Guerra Europea.

Tenemos que conseguir que nunca haya genocidios entre los pueblos. Por el momento miramos el presente y queremos preparar el futuro. El presente es que en la actualidad hay más de sesenta millones de refugiados. A veces se concentran en naciones que no tienen capacidad de acogida para tantos y esto es un sufrimiento permanente.  Por tanto hay que abrir fronteras, toda Europa debe prestarse  a ser acogedora con todos aquellos que lo están pasando mal.

¿Por qué hay tantos refugiados? Esta situación, dicen los sociólogos, ha sido creada por la falta de desarrollo, por la ausencia de democracia  en muchos países,  por el egoísmo globalizado que lleva a la violencia. El “Día del refugiado” nos invita a mirar hacia el futuro trabajando todos por ayudar a los pueblos más pobres en su desarrollo. Debemos ayudar a crear estructuras más democráticas  y a tener nuestras puertas siempre abiertas.  Como el Papa queremos liberar palomas para la paz, que consiste en que nosotros seamos capaces de romper nuestro indiferencia planetaria ante el sufrimiento de los demás, estar dispuestos  a crear estilos de vida  más austeros, porque lo que nosotros derrochamos se lo quitamos a los pobres. La mejor paloma que podemos liberar es conseguir políticas que busquen el bien común, e impidan que nos encerremos en nuestros intereses particulares.