Manuel de Diego Martín
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27 de noviembre de 2010
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Ayer en la catedral de Albacete se celebró una solemne “Vigilia por la vida naciente” Esta vigilia se hacía eco de la que celebraba el Papa en Roma y de tantísimas otras que se han celebrado en el mundo católico por invitación del Santo Padre. Estamos llamados nos decía Juan Pablo II a ser “el pueblo de la vida”. El pueblo que defienda la vida desde antes de nacer hasta el instante mismo de morir.
El pasado fin de semana el Pontificio Consejo de agentes sanitarios celebraba su veinticinco años de fundación. Lo hacía en el marco de un Congreso internacional con el tema de “Una asistencia sanitaria equitativa y humana” según “Caritas in veritate”. Pues bien, en esta magna asamblea fueron concedidas por el Papa siete medallas a sanitarios de los cinco continentes que más se han distinguido por cuidar de la vida en el mundo de la sanidad. Entre ellos estaba la Hermana Antonia Ortiz, albaceteña.
La Hermana Antonia, nacida en Albacete, bautizada en la Purísima y formada en el Colegio de las Dominicas sentía desde muy chica la vocación de cuidar enfermos. Un día vio a una religiosa con una carretilla llevando unos bultos y con intención de ayudarle, la acompañó hasta su casa, conoció la capilla y allí descubrió unas monjas cuyo carisma era cuidar enfermos. Así pues ingresó en las Franciscanas Misioneras de la Natividad.
Afincada en Barcelona, después de pasar años en hospitales en el contacto directo con enfermos, le tocó asumir trabajos burocráticos, y de dirección. Con este deseo de conseguir una sanidad mejor entró a formar parte de una Asociación Catalana Católica de atención al enfermo de la cual es ahora secretaria general. Esta Asociación se ha distinguido a lo largo de estos veinticinco años por sus aportaciones, su participación en los diversos congresos en Roma y en las celebraciones internacionales del Día mundial del Enfermo. Por estas razones: por su colaboración, trabajo y constancia se ha hecho merecedora de esta medalla. Ciertamente la Hna. Antonia ha luchado toda su vida por una atención sanitaria más humana, porque se inspiraba siempre en lo divino. Desde aquí le enviamos nuestra más cordial felicitación.