Antonio Escudero Rodríguez
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13 de agosto de 2022
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Al Evangelio de este domingo le pasa como aquello que sucedió en una habitación del hospital: Entró la enfermera pidiendo a los acompañantes salir al pasillo y dijo a la última señora que cerrara la puerta, aquella salió sin hacerlo y la enfermera empezó a hablar mal contra ella y la educación de la gente. En ese momento su marido, encamado, le dijo a la enfermera que su esposa estaba sorda. La enfermera pidió disculpas.
Es la importancia del contexto o podríamos decir de la cantidad de circunstancias que rodean a las personas y a los hechos, que desconocemos, y nos lleva a juzgar injustamente.
En este Evangelio debemos situarnos en el contexto antes y después porque si no nos parece un contrasentido.
El contexto del que habla se refiere a la fidelidad al Señor, sin avergonzarse de Él.
Claro esta actitud fiel o consecuente con nuestra fe nos puede ocasionar contrariedades e incluso que nuestros propios familiares y amigos no nos entiendan e incluso se opongan a nuestro modo de vivir en el mundo sin ser mundanos.
Así Jesús aparece en otro Evangelio, Lucas 2, 34s., como “signo de contradicción”. Eso quiere decir que no todo vale, que, ante la libertad querida por Dios, unos pueden posicionarse en nuestra contra porque no aceptan nuestro mensaje. Debemos aceptar ese conflicto inevitable.
¿Cuál debe ser entonces nuestra actitud?
Él es el “Príncipe de la Paz” (Is 9,6). Nos dice perdona 70×7 (Mt 18,22). Sed como El “mansos y humildes de corazón” (Mt 11,20).
La mansedumbre. Y que es definida como “es la virtud que modera la ira y sus efectos desordenados. Es una forma de templanza que evita todo movimiento desordenado de resentimiento por el comportamiento o la actitud de otro”.
Que no es solamente pasiva porque nos lleva también a no dejar pasar las injusticias sin hablar ni actuar. Sí hablará y actuará cuando sienta que Dios le mueva a hacerlo, no como una reacción física o emocional descontrolada.
Sigamos el consejo de S. Pablo en los momentos parecidos “evita las discusiones necias e insustanciales, pues ya se sabe que degeneran en peleas…sino se amable con todos, hábil para enseñar, paciente, que corrija con mansedumbre a los que disienten, por si Dios les da arrepentimiento que les lleve a reconocer la Verdad…” (2Tim 2, 23-25).
Antonio Escudero Rodríguez
Párroco de la Sagrada Familia