Manuel de Diego Martín

|

19 de agosto de 2006

|

204

Visitas: 204

El pasado 16 de agosto celebrábamos la fiesta de S. Esteban de Hungría. Repasando unos apuntes biográficos para preparar la liturgia, pude ver en él un gran político y a la vez un gran cristiano que se enfrentó hace mil años con problemas que eran muy parecidos a los de este milenio, y que de una manera humilde, pero enérgica, llevando siempre por delante la verdad y la justicia, los fue solucionando para hacer de Hungría un reino grande.

Quiero reseñar las líneas fundamentales de su pensamiento, que marcaron el éxito de su reino. En primer lugar, convertido al cristianismo, vio que el seguimiento de la religión católica era la mejor fuerza para cohesionar las gentes de su reino. Por eso, sin violencias, ni atropellos, favoreció todo lo que pudo la expansión del cristianismo en su reino.

Entre el pensamiento de Oriente y Occidente, prefirió alinearse a este segundo, el pensamiento que viene del mundo greco-romano, pero enriquecido por las aportaciones del cristianismo, con sus reflexiones filosóficas, teológicas y jurídicas. A pesar de optar por Occidente quiso conservar su independencia de vasallaje ante el Imperio romano germánico.

Luchó por la unidad nacional, superando la política de los feudos y las tribus. Eso si intentó respetar con gran realismo las costumbres y realidades culturales de cada condado, pero combatió con toda energía el poder tribal que era una fuerza separatista y disgregadora.

Así pues, vemos como Esteban siendo un genio de la diplomacia fue el creador de un gran reino, que se convirtió en el muro infranqueable para mongoles y turcos. Pudiéramos decir que gracias a la política de Esteban Europa es lo que es. Pues la expansión islámica que estaba en toda su furia en aquel entonces dio en hueso en las fronteras del reino de Esteban. Creo que nuestros dirigentes de hoy algo tienen que aprender de este gran rey.