José Joaquín Tárraga Torres

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12 de diciembre de 2020

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Entre los personajes del Adviento destaca Juan el Bautista. Un grande. En el texto del Evangelio de hoy, la gente le pregunta: ¿quién eres? Y es que la forma de vivir, de expresarse, de comunicarse hacía interrogar aquellas gentes que esperaban al Mesías.

Me encanta ver como Juan Bautista llamaba la atención de aquella gente que estaba en búsqueda. Una vida que interroga, que hace plantearse preguntas. Hoy también nosotros, los seguidores de Jesús, deberíamos, en nuestros ambientes, ser creadores de preguntas, crear interrogantes por nuestra forma de vivir con alegría, de plantear y afrontar la vida, de buscar soluciones a problemas, y de levantar el ánimo en momentos de desolación. 

Juan no era la Luz pero sí testigo de ella. Nosotros no somos Jesús, pero sí testigos de su Evangelio. Cristo ha encendido la luz de la fe y la esperanza en nuestro interior. Nos ha seducido y nosotros nos hemos dejado seducir por su Buena Noticia. Su Luz ha encendido nuestra luz. Es ahora cuando nos toca a nosotros encender, con nuestra luz, la llama de un mundo que necesita luz. 

Hoy, como en aquel tiempo, la gente está esperando. Esperan que pronto volvamos a abrazarnos, a sentarnos a la mesa juntos, a proyectar sueños. Esperamos el fin de este virus y volver a reunirnos en familia y compartir gozos, sufrimientos y esperanzas de la vida. Seguimos esperando. Y el que espera, tienen esperanza. 

En este tiempo de ruidos, de voces y gritos, de pancartas y promesas… los seguidores de Jesús tenemos que ser, más que nunca, voz que grita en el desierto. Caminar en tierra de nadie y en tierra de todos. Tender manos y puentes, señalar horizontes y consolar tristezas.

La vida de Juan el Bautista no fue un interrogante para la gente por su radicalismo sino por su testimonio, por ser testigo. En este Adviento, renovemos nuestro testimonio de seguidores. Seamos luz que enciende otra luz, preparemos corazones para acoger Aquel que es la verdadera Luz.