Manuel de Diego Martín

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5 de septiembre de 2015

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El domingo pasado el pueblo de Ayna vivió un gran día. Estos días este pueblo se prepara para celebrar las grandes fiestas en honor a su patrona La Virgen de lo Alto. Ya se van viendo las calles engalanadas y las vallas preparadas para que el célebre encierro de los toros llegue a feliz término. El pueblo respira aires de fiesta. No podía tener mejor anuncio y pregón de fiestas este año que la celebración de los cincuenta años como sacerdote de su hijo Ángel Floro.

La Eucaristía fue concelebrada por dos Obispos, D. Ciriaco, nuestro Obispo, y Ángel, Obispo de Gokwe en Zimbabwe y treinta sacerdotes más. La Iglesia estaba llena de fieles para participar en esta celebración tan cuidadosamente preparada. El coro parroquial tuvo una espléndida actuación y todos participaron, ya en la procesión de ofrendas, como en los regalos que ofrecieron al final desde diferentes sectores a nuestro querido Ángel. Así pues, toda la celebración estuvo cargada de mucha emotividad, no era para menos.

Aquel muchacho que nació en este pueblo hace setenta y cinco años; que jugó en sus calles y plazas, que fue monaguillo en la parroquia, un día decide ir al Seminario de Albacete. Más tarde, su inquietud misionera le llevará hasta el Seminario de Misiones Extranjeras de Burgos, donde acabará sus estudios y será ordenado sacerdote. Su primera misa la celebró en Ayna el 6 de julio, para ser enviado enseguida a las misiones de Zimbabwe.

En algún momento a Ángel se le escapó decir aquello de que Zimbabwe había sido su cielo en la tierra. Y lleva mucha razón, pues así se expresaba hablando de lo inmensamente misericordioso y bueno que había sido el Señor con él y la grandísima suerte que había tenido al darle esta misión. Nos enseñó el crucifijo que le ha acompañado cincuenta años y que le dieron el día del envío misionero. Tuve la suerte el mes de julio de visitar a este Obispo en su propio terreno, en su diócesis de Gokwe y al ver las realizaciones que allí se llevan a cabo, naturalmente siempre con la gracia del Señor, pero también con la ayuda de sus paisanos, la ayuda de la diócesis de Albacete, Manos Unidas… se queda uno admirado y sobrecogido. ¡Qué embajador más grande tenemos en Ángel para sentirnos solidarios con aquellas gentes!

Se dice que los pueblos son lo que de ellos hacen sus hijos. Ciertamente el pueblo de Ayna puede sentirse orgulloso de tener un hijo haciendo tanto bien en aquellas tierras africanas. En el despacho del Obispado tiene un hermoso cuadro con la Virgen de lo Alto y una bella panorámica del pueblo de Ayna. Así pues este pueblo está en el corazón de África y esta diócesis africana a través de Ángel en el corazón de Ayna y de todos nosotros. Cuando en la sociedad surgen brotes de secesión, individualismo, rupturas, cada uno en su casa, ¡qué hermosa fiesta la del otro día en la que tan entrañablemente se hermanaban la Diócesis de Albacete y la de Gokwe en África!