Manuel de Diego Martín

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22 de agosto de 2009

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Con motivo de la jubilación del Arzobispo de Toledo, Cardenal Marcelo, la Comunidad de Castilla la Mancha, a modo de homenaje, editó un magnífico libro titulado los “Primados de Toledo” que lleva el prólogo de D. José Bono, presidente en aquel tiempo de esta Comunidad.

La lista de primados comienza con D. Bernardo de Cluny que fue el primer arzobispo después que el rey Alfonso VI reconquistase la ciudad de Toledo de la invasión islámica. La lista termina, como es lógico, con D. Marcelo. Después de este ilustre purpurado, dos cardenales más han ocupado esta silla, D. Francisco Álvarez y D. Antonio Cañizares. D. Braulio, el actual arzobispo, recién nombrado, aún no tiene el capelo cardenalicio.

El próximo 10 de octubre va a ser beatificado en Toledo D. Ciriaco-María Sancha Hervás, que fue cardenal primado de esta diócesis entre los años 1898 hasta el 1909. Así pues, esta fecha será un motivo de gran gozo para toda la Iglesia Española y especialmente para la provincia eclesiástica de Toledo, de la que la diócesis de Albacete forma parte. No podemos olvidar tampoco que este ilustre Arzobispo tuvo a su cargo pastoral los arciprestazgos de Alcaraz y Elche de la Sierra, cuando ambos pertenecían a la diócesis de Toledo hasta que el año 1966 que pasaron a pertenecer a la diócesis de Albacete.

Veo con alegría que el Cardenal Sancha va a ser el primer cardenal primado elevado a los altares, dentro de la larga lista reseñada en el libro entre los setenta y dos cardenales que ocuparon la silla primacial de Toledo. Cuando uno lee minuciosamente las semblanzas de cada uno de los cardenales da la impresión que no es fácil conjugar, a veces, tan altas dignidades con la santidad evangélica.

Es además para mí una alegría añadida el saber que dicho Arzobispo nació en un pequeño pueblo burgalés, cerquita del mío. Que estudió y fue profesor del Seminario del Burgo de Osma (Soria) en donde yo di mis primeros pasos.

Enviado por Isabel II a Cuba a diferentes misiones, tuvo tiempo para fundar una congregación de religiosas dedicada a los más pobres, con los que allí se iba encontrando. De vuelta a España fue obispo sucesivamente de Ávila, Madrid, Valencia para acabar en Toledo. Entre sus muchas virtudes se caracterizó por su amor y preocupación por los pobres. Por otra parte fue un luchador incansable en favor de la causa obrera, intentando poner en práctica las enseñanzas de la “Rerum Novarum” que León XIII había publicado, el mismo Papa que lo nombró cardenal de Toledo.

El otro día visité su pueblo, la casa en que nació, la Iglesia y pila bautismal en la que fue bautizado. En el muro de la Iglesia había una gran pancarta recordando la semblanza de este hombre, y en ella se recordaba lo que está escrito en su tumba: “Este hombre vivió pobre y murió pobrísimo”. En latín, tal como está escrito, suena mejor. El escrito invitaba a todos los paisanos de Quintana del Pidio a participar en Toledo en su beatificación. Esta es una celebración que nos afecta a todos, pues, parodiando lo que está escrito en la tumba del Cid en la catedral de Burgos, podemos decir aquello de que “a todos alcanza honra del que en buena hora nació” y consagró su vida con virtudes heroicas al servicio de la Iglesia.