Carmelo de Lara Gines

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8 de octubre de 2022

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Este domingo en el libro de los Reyes, se nos presenta la experiencia personal de sanación de su cuerpo, al verse libre de la lepra el sirio Naamán. Reconoce y proclama que, no hay Dios de la tierra más que el de Israel. Vuelve sobre sus pasos para confesar y agradecer al profeta Eliseo en un trato un tanto áspero y desapacible su extraño mensaje: “Baja y báñate siete veces en el Jordán”. Naamán lo hizo ante la insistencia del criado, quedó curado.

“Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios” nos dice el salmo responsorial de hoy. Pues, “el Señor revela a las naciones su salvación”.

San Pablo en la segunda carta a Timoteo desea que todos “los elegidos alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús” pues Él es camino, verdad y vida. El compasivo que nos habla como Palabra única del Padre, es el que nos reconcilia con nosotros en el abrazo misericordioso del Padre. Para aquellos que le aceptan como Dios personal.Compartir su rostro, seguirle, perseverar. Vivir en su misericordia y fidelidad. No estamos encadenados a la frustración de la muerte, pues en su resurrección hemos resucitado todos. Es la salvación que nos da nuestro Dios.

San Lucas nos habla de los diez leprosos que gritaban: “Maestro ten compasión de nosotros” Pues, estos sufrían además de por la terrible enfermedad, las cargas familiares, sociales y religiosas.

En el relato evangélico, uno de los leprosos curados, en su libertad vuelve a agradecer a Jesús. Este samaritano no se siente sometido ni a los recelos civiles ni a las imposiciones religiosas. Curado ya, se manifiesta libre, busca a Jesús se postra y agradece. Es un hombre no sometido a ningún tipo de imposición religiosa oficial o folclórica. Agradece la vida en libertad que una persona concreta le ha entregado al curarlo. El leproso es un extranjero distinto en fe y nación. Y ya, no tribal, reconoce que en su libertad ha de dar gracias a ese Dios cercano, y que lo ha de hacer acercándose a él en persona. El entiende que la fe no puede ser grupal o costumbrista, sino libre, personal y referida a la persona de Jesucristo. Por eso a él le agradece, a él vuelve, a él adora, ante él se postra. Ha sido curado y puede volver con los suyos, a su vida. Ya no es un marginado.

Nuestra lepra es, pueden ser, entre otras: la falta de fidelidad humana, las ausencias de afirmación del valor de la vida, la precariedad social y religiosa

En definitiva, la trivialización que se vive acerca del valor humano y cristiano en la sociedad y en las mismas comunidades eclesiales. Los recelos “fraternos”.

Para nosotros, la fe es un don liberador y vivimos la acción de gracias en la Eucaristía que celebramos que es a la vez, personal y comunitaria. Y, ya en el inicio, encontramos misericordia y compasión que nos perdona y reconcilia como hermanos reunidos en fiesta para elevar nuestra oración al Padre por el Hijo y al Espíritu Santo en unidad trinitaria. Escuchamos la Palabra, siempre sanadora pues es misericordia del Padre para con nosotros. Que nos pone en camino al encuentro eterno, nos adentra en las entrañas de Dios por la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo y la paz que perdona, reconcilia y crea comunidad fraterna unidos como hijos en amor y tarea.

A Dios la alabanza, el amor y la acción de gracias.

Carmelo de Lara Gines,
Párroco de Abengibre y Casas Ibáñez.