Mons. D. Ángel Román Idígoras
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5 de noviembre de 2025
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El papa Francisco invitó a que el 9 de noviembre celebráramos junto con la dedicación de la basílica de Letrán, la fiesta de todos los santos y beatos de las Iglesias particulares.
La Iglesia llama santo a un bautizado si pasa un proceso de cuatro pasos: siervo de Dios, venerable y beato. Lo siguiente es proclamarlo santo.
En Albacete tenemos reconocidos dos santos: Vicente y Leto, adolescentes laicos que, por defender su fe, fueron martirizados en Lezuza el año 253. Su fiesta se celebra el 1 de septiembre.
Tenemos también 20 beatos en proceso de canonización:
- Alonso Pacheco, sacerdote misionero nacido en Minaya, que murió mártir el 15 de julio de 1583 en la India. Es patrono de los misioneros de Albacete. Se festeja el 7 de septiembre.
- Los 19 beatos restantes fueron mártires de la persecución religiosa de 1936. Trece dieron su vida en Caudete.
Fueron también lugares de martirio Munera, Peñas de San Pedro, Elche de la Sierra, Hellín y Paracuellos del Jarama (Madrid), donde fueron ejecutados por ser cristianos una rodeña y un ginetero.
Muy cercanos a nosotros son el beato murciano Andrés Hibernón (1535); vivió en el convento franciscano de Albacete; murió martirizado en Gandía (1602); y san Ricardo Pampuri (1897-1930), italiano de la Orden de San Juan de Dios. El milagro de su canonización ocurrió en Alcadozo (1982).
Y la historia continúa y se escribe cada día. Hoy nos toca a nosotros disfrutar del amor de Dios y responderle regalando en cada momento de nuestra vida ese mismo amor: unidos a Cristo, sabiendo que nos acompaña y nos impulsa; que hace fuerte nuestra debilidad.
Se nos invita a descubrir que los cristianos de hoy somos la alegría y la esperanza que llenan de luz nuestro mundo. Tenemos la oportunidad de seguir ese camino de santidad.
¡No nos dejemos despistar con lo que entretiene y ocupa, pero no llena!
Estamos llamados a abrirnos y acoger ese amor de Dios; solo así se despertará en nosotros el entusiasmo de la fe: tomaremos conciencia de que somos bautizados, elegidos; experimentaremos en nuestro interior que el Señor cancela con su muerte y resurrección los débitos de nuestro pecado (Col 2,14) y nos convierte en peregrinos de esperanza.
Nos sabremos salvados; gente que lleva un tesoro en vasijas de barro, pero consciente de que ese tesoro transforma y engrandece dicha vasija. Se nos urge a contagiar a todo el mundo esta fe que salva y levanta corazones.
Todos los bautizados tenemos un hueco reservado en el libro de los santos. ¡Corramos a llenarlo!






