Manuel de Diego Martín
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20 de noviembre de 2010
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En tiempos medievales, llegaron a Escandinavia unos misioneros de Centro Europa. Una noche de invierno estaban reunidos en un castillo el rey y los nobles para determinar si había que dejar a esos hombres predicar el evangelio, o más bien debían echarlos del reino. No se ponían de acuerdo. De pronto desde la oscuridad entra un pajarillo en la sala, revolotea por aquí y por allá, y de nuevo se pierde en la noche. A un noble le surge la feliz idea de que nuestra vida es un poco la historia del pajarillo. Venimos de la oscuridad y hacia ella nos adentramos, tras unos pequeños vuelos por esta vida. Y entonces se atreve a decir a los reunidos que si estos hombres pueden ayudarnos a entender de dónde venimos y a dónde vamos. ¿Por qué negarles la palabra? Parece ser que prosperó la propuesta.
Estos días hemos oído decir a Angela Merkel, la Canciller de Alemania, esta gran mujer que está consiguiendo que su país salga de la crisis, que los principios cristianos ayudan al buen gobierno de los pueblos. Sentimos que otros muchos gobernantes piensen justamente lo contrario, inmersos en un pensamiento radicalmente laicista.
Es comprensible lo que dice la Canciller puesto que no podemos olvidar que nuestras raíces son cristianas y ¡ay de aquellos árboles que se queden sin raíces! Juan Pablo II en la encíclica “Fe y Razón” nos recordaban el acervo de Sabiduría, y a la vez, ese gran mundo de valores filosóficos y morales que podemos encontrar en las Sagradas Escrituras.
En estos días se ha publicado la esperada Exhortación Postsinodal del Papa, titulada “Verbum Domini”. Este reciente documento es casi una enciclopedia puesto que trata montón de temas todos relacionados con la Palabra de Dios. Recuerdo una reflexión que viene al caso que estamos tratando. Dice el Papa que entre los Códices de la humanidad que más nos ayudan a entender el ser humano, ocupa, sin lugar a dudas, la Biblia un lugar privilegiado. Así lo entendía el pueblo de Israel cuando afirmaba que la Ley de Dios era luz para sus pasos. Y los pueblos circundantes a Israel, se admiraban, se hacía cruces diciendo, pero qué leyes más sensatas y justas tiene este singular pueblo. Ahora me pregunto, ¿por qué a veces se encuentra tanto recelo entre nuestros dirigentes que llegan a pensar incluso que el pensamiento bíblico puede impedir que tengamos las mejores leyes para nuestra convivencia? ¿No es mejor estar abiertos a todas las posibles luces vengan de donde vengan?