Juan José Fernández Cantos

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27 de octubre de 2024

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Hace unos días viendo un documental sobre las redes sociales escuche hablar de «trituradores de humanidad, mediadores de la muerte», en ese caso se refería a las empresas que gestionan dichas redes. Durante varias semanas no he podido sacar de mi mente una reflexión sobre las aquello que deshumaniza a las personas, y facilita la violencia y la muerte de diversas formas.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo ciertas estructuras sociales, políticas y económicas se han convertido en verdaderos «trituradores» de la dignidad humana, despojando a las personas de su valor único e irrepetible, convirtiéndonos en meros números o estadísticas.

En contextos de guerra, genocidio o represión, los mediadores de la muerte pueden ser tanto individuos como instituciones. Estos actores, ya sean gobiernos, grupos paramilitares o incluso corporaciones, operan en un marco donde la vida humana se convierte en un recurso desechable. La deshumanización es un proceso vergonzoso que permite a las personas justificar actos de violencia extrema, al ver a sus víctimas no como seres humanos, sino como obstáculos o amenazas para alcanzar sus intereses.
La tecnología, como comentaba al principio, también juega un papel crucial en este fenómeno. Hoy en día los avances tecnológicos han permitido la creación de armas de destrucción masiva y sistemas de vigilancia que pueden ser utilizados para controlar y eliminar a poblaciones enteras. Estos «trituradores» tecnológicos, al igual que sus contrapartes humanas, operan bajo la lógica de eficiencia, control y ganancias económicas, a menudo sin considerar el costo humano de sus acciones. Añadamos a estos sistemas las redes sociales, donde millones de personas construyen realidades paralelas que esconden depresión, inseguridad, ansiedad…, convirtiéndolos en víctimas de depredadores sin escrúpulos.

El lenguaje y la narrativa son herramientas poderosas en este proceso. La forma en que se habla de las víctimas de las distintas violencias puede contribuir a su deshumanización. Términos que despersonalizan o descontextualizan a las personas, como «refugiados», “menas”, ………, pueden facilitar la aceptación social de la violencia en su contra. Así, los mediadores de la muerte no solo actúan físicamente, sino que también moldean la percepción pública y la opinión a través de discursos que minimizan el valor de la vida humana.

Es fundamental reconocer estas narrativas que operan como trituradores de humanidad. La educación, la empatía y la promoción de los derechos humanos son herramientas esenciales para contrarrestar esta tendencia. Al fomentar una cultura que valore la vida y la dignidad de cada individuo, podemos trabajar hacia un futuro donde la humanidad no sea triturada ni mediada por la muerte, sino celebrada y protegida en todas sus formas.