Antonio García Ramírez

|

29 de septiembre de 2024

|

100

Visitas: 100

Los que no son de los nuestros. El buen Jesús no se cansa de enseñar mientras van de camino. Caminos que se bifurcan y que continuamente hay que discernir y escoger uno solo. Ojalá todo el pueblo de Dios reciba el espíritu de profecía para elegir siempre el bien. Empezando por la virtud de la tolerancia. De los que son distintos a nosotros y por ello no son malos. No vienen con nosotros, pero quizás están colaborando en el avance del Reino de Dios. Corren vientos de intolerancia, de exclusión a lo diferente, de temor y amenaza ante el otro… Vientos que se amainan con este dicho de Jesús que deberíamos de asumir: el que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Pequeñas recompensas. Como la pequeña semilla que con el tiempo superior al espacio se convertirá en un gran árbol. Como un vaso de agua de acogida a los seguidores se convierte en un paso en el camino de ser de Cristo. Jesús parece poner la lupa en las cosas pequeñas de cada día y darles el valor que les corresponde. Pues la madurez de la vida humana no se alcanza en decir grandes palabras y objetivos. Más bien los pequeños gestos concretos de amabilidad y hospitalidad hacia las otras personas. Son promesa de recompensa que nos anima a no desfallecer en el camino. Pues el cansancio, la desilusión, el fracaso… hacen que el discípulo misionero necesite urgentemente el dicho del Maestro: el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa.

Cortafuegos al pecado. Pensar y discernir los dos caminos, el que lleva al paraíso y el que conduce al infierno. Entre la disyuntiva certera de la moral que nos hace elegir el bien o el mal. Para ello no tenemos más remedio que conocernos mejor a nosotros mismos. No fijarnos en los pequeños defectos de los demás y descuidar nuestros grandes pecados. Para ello tenemos el sagrario de nuestra conciencia habitada por Cristo, que nos pide que apliquemos el cortafuegos cuando aún estamos a tiempo de que el incendio no arrase con todo. Mano, pie, ojo… partes de nosotros mismos que hemos de adiestrar como el auriga que con sus cordeles dirige el carro de tres caballos. Para alcanzar esa templanza contamos con el dicho del Señor: si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo.

 

Antonio García Ramírez
Párroco de San Isidro, Almansa