Manuel de Diego Martín
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9 de agosto de 2014
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Estos días nos hemos encontrado con la triste noticia de que la ONU, es decir el Comité Internacional para la defensa de los derechos de la mujer, haya denunciado la falta de atención de nuestros jueces en el ejercicio de la justicia, mejor dicho, la dejación en sus funciones ante las demandas que desde años hacía una pobre mujer, llamada Ángela González, y que al final ha terminado con el asesinato de su hija por su exmarido. Ella estaba clamando que la niña no podía estar con ese hombre violento y al final los trágicos sucesos le han dado la razón.
Dice la Biblia que el justo peca siete veces y aquí se ha cumplido esta sentencia. Precisamente España que se caracteriza por esa lucha sin cesar contra la violencia de género vemos cómo en este caso se equivocó.
Una vez mas hay que decir aquello de que no hay enfermedades, lo que hay son enfermos. Cada caso debe ser tratado particularmente como caso único y actuar en consecuencia. No podemos quedarnos con estereotipos o principios universales. Pongo un ejemplo: es verdad que hay que defender a la mujer contra toda violencia de género. El principio está muy bien, pero luego hay que ver cada caso en su justa medida. Me contaba hace poco un transeúnte, creo que en el relato decía bastante verdad, que su mujer quería dejarlo, se hizo unos arañazos, se presentó a la policía por malos tratos, y ya vino todo lo demás. La justicia estaba totalmente a su lado, al final se queda sin la casa que era suya, se queda sin hijos y él a buscarse la vida.
En este caso de Ángela puede haber ocurrido lo contrario. El principio es que todo padre tiene derecho a tener ciertos tiempos con sus hijos. Esto llevado al extremo puede poner a una criatura en manos de un psicópata, como aquí ha ocurrido. Y Ángela durante años ha estado advirtiendo el riesgo, y al final ha llegado la tragedia. Y también la vergüenza a España, cuando nos tienen que tirar de las orejas por no haber hecho bien nuestros deberes y dar ocasión a este horrendo crimen.
Moraleja. Es cierto que necesitamos leyes justas, que busquen siempre el bien común. Pero luego tenemos que tener hombres expertos, con mucho tino para que sepan aplicarlas con acierto y rectitud en cada caso particular para evitar posibles tragedias.