Manuel de Diego Martín

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16 de julio de 2011

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El otro día al leer un reportaje de un periódico de nuestra ciudad sobre la ola de desahucios que está provocando la crisis económica me quedé profundamente consternado ante el hecho de que un pobre hombre al no poder soportar la tensión de verse en la calle con su mujer y sus hijos decidió coger una soga y acabar con su vida en un parque.

Este hecho es un caso límite que todos tenemos que lamentar y nos invita a hacer lo posible para que no sucedan casos similares. Pero todo ello nos hace tomar conciencia de la gravedad del momento en que vivimos y de las toneladas de sufrimiento que se están generando entre nuestras gentes. Cada día se dictan ciento setenta y dos órdenes de desalojo. Esto hace que plataformas vecinales y los llamados “indignados” pidan frenar estos desahucios y buscar otras fórmulas de pago, que conlleven soluciones posibles y justas.

Un principio jurídico clásico decía así: “summun jus, summa injuria”. Dicho en castellano, a veces, cuando un derecho se lleva a su extremo, puede convertirse en una tremenda injusticia. Es verdad que los bancos tienen derecho a cobrar sus deudas, ellos nos son Hermanitas de la Caridad. Pero no pueden olvidar que esos clientes son personas que están sufriendo una situación de precariedad de la que ellos mismos no son responsables. Habrá que buscar una solución para que el derecho a cobrar una deuda no se convierta en un injusto y humillante expolio.

¡Qué bonitos los versos del Alcalde de Zalamea!: “Al rey la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios”. Pudiéramos decir a los bancos que ellos pueden embargar tierras, coches, sueldos… pero para embargar la casa tienen que pensarlo un poco. Si el cliente no tiene otra casa, si no tiene otro lugar donde alojarse, no se puede embargar porque la casa es patrimonio del alma. La casa es prolongación del ser humano, por tanto antes de echar a un hombre de su casa, habrá que hacer otras mil cosas. Que Dios nos ayude a todos a buscar las leyes más justas.