Manuel de Diego Martín

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26 de abril de 2008

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El pueblo de Hellín está sufriendo con pena y consternación la noticia, ya hecha pública en los medios, de que los Franciscanos dejan definitivamente el Convento. Casi cinco siglos de historia dan su adiós a esta localidad.

Como consecuencia de esto se está originando una gran movilización entre ciertos grupos, de tal manera que si no pueden parar la marcha de los frailes, luchan al menos para que la Iglesia, con su Inmaculada, con su “Invicta” como aquí llaman a la Virgen, con su hermosísimo Camerino, quede abierta al culto, y que no se convierta nunca en cualquier cosa que no sea un templo sagrado.

Pero para conseguir esto hay que tener dos factores en cuenta. ¿Habrá curas que puedan atender al culto? ¿Quedan laicos cristianos que con su presencia constante y comprometida sigan manteniendo celebraciones vivas en su recinto? Hoy por hoy, la duda parece ser doble. Ni hay curas, ni hay seglares, tal como van las cosas en nuestra sociedad que aseguren un futuro esperanzador.

Precisamente el sábado, día 26, se celebró el Consejo Diocesano de Pastoral. En presencia del Sr. Obispo y con la asistencia de representantes de los diferentes arciprestazgos y parroquias, se estudió este tema que puede formularse así. Cada día hay menos curas y los que hay cada vez son más viejos. ¿Qué repercusiones tiene esto en la atención pastoral de nuestros pueblos? ¿Qué soluciones se podrían aportar para que no queden campos en un total abandono?

Cuando escribo esto, no tengo noticias de cuáles han sido las conclusiones a las que llegaron. Lo que sí puedo decir, es que en diferentes grupos de mi parroquia, que hemos reflexionado para preparar este consejo, la solución es que los seglares tienen que arrimar el hombro para no quedar aletargados en un invierno pastoral.

Tendremos que evitar que iglesias de pueblos pequeños o no tan pequeños queden cerradas meses y meses porque no viene el cura. Las puertas deben abrirse cada domingo para celebrar la Palabra de Dios, para rezar el Rosario, para dar catequesis a los pocos niños que por ahí queden.

Hace falta que en los pueblos sigan habiendo vida religiosa. La puede haber si hay laicos comprometidos que lleven esta tarea adelante con tesón y amor.

Esto mismo decimos a los amigos de Hellín. ¿No queréis que se cierre el convento de Franciscanos? Sois vosotros los que con una presencia activa y comprometida tenéis que llenar de vida esos recintos centenarios de los franciscanos.

Mientras haya cristianos de verdad, todo es posible. Si no hay cristianos todas las soluciones que se quieran arbitrar estarán vacías de contenido. No se trata sólo de que las puertas estén abiertas, lo que importa en que dentro de ellas haya actividades que reflejan una auténtica vida cristiana.