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10 de julio de 2021

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Bien claro deja el evangelio de este domingo lo que se necesita para evangelizar, igual de claro nos dice lo que no se necesita. Comencemos por lo que no es necesario.

Hace un tiempo para casarse, no hacía falta mucho, tan solo amor. Primero te casabas, y luego iba viniendo todo: la casa, los muebles, el coche, las vacaciones, los hijos. Ahora no. Actualmente antes de casarte ya lo tienes que tener todo, y después de tenerlo todo, te casas. Así, podríamos decir, que los nuevos matrimonios casi se quedan sin planes de futuro después de la boda. Esta realidad, tal vez nos hable de que las cosas han pasado a un primer plano y el amor ocupa un puesto secundario. Antes amábamos a las personas y utilizábamos las cosas, y ahora amamos las cosas y utilizamos a las personas.

En la evangelización puede pasar algo semejante, creemos que para evangelizar tenemos que tener de todo, y tenerlo todo, incluso utilizamos a las personas para conseguirlo. Y no es así. Para evangelizar hace falta bien poco, tan solo un bastón y unas sandalias. Incluso el Señor quiere que nos desprendamos de todo y nos advierte “y nada más”.

Prácticamente en la mayoría de nuestras parroquias tenemos de todo, pero el bastón en el que nos hemos de apoyar no son los recursos materiales, ni informáticos, el bastón es Cristo. Él es quien sustenta y sostiene todo, “y sólo gracias a ese encuentro con el amor de Dios, somos rescatados de nuestra consciencia aislada y de la autorreferencialidad” (Evangelii Gaudium 8). La gran propuesta para evangelizar es que bebamos de Cristo resucitado y del encuentro con Él.

Recordando una anécdota de la santa del bastón y las sandalias, Santa Teresa de Jesús, pasaba ella en uno de sus conventos junto a una monja que estaba fregando el suelo de rodillas, aquella monja le dijo a Santa Teresa: “Madre, ¡cuánto me falta para llegar a ser santa!”. A lo que Santa Teresa respondió; “no hija, no te falta, te sobra, ¡Cuánto te sobra!”. Tal vez para evangelizar no nos falte nada, tal vez como dijo la Santa nos sobre.

Ya el bastón de Moisés, imagen de la cruz, hizo brotar agua del Horeb y ayudó a vencer grandes batallas acompañando al pueblo orante en el combate con los amalecitas. El bastón es oración, es sacramentos, es liberación de esclavitudes, es compromiso bautismal. Cristo Buen Pastor con su vara y su cayado nos marca el camino hacia las verdes praderas del reino, su bastón ha de ser nuestro bastón.

Y que significativas las sandalias que hoy nos hablan una iglesia en salida que ha de tener siempre la dinámica del éxodo, del salir de sí, del caminar. Qué popular se hizo en su tiempo la película “Las sandalias del pescador”, protagonizada por Anthony Quinn. En ella se nos hablaba de una iglesia cuyos recursos materiales no eran importantes, sino que todo estaba al servicio de Cristo y de una humanidad herida, necesitada de amor. Tal vez necesitamos calzarnos hoy las sandalias del pescador.

San Juan Bautista, cuando le preguntaron si era él el Mesías contestó: “yo no soy digno de desatarle la correa de las sandalias”. De este modo, dejaba a un lado su ego y centraba la atención en Cristo, mostrando en Él la fuente de donde brota todo.

En este panorama evangelizador, donde el Señor llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos, surge un nuevo camino evangelizador en la iglesia, el camino sinodal. Es un camino que ya apuntaba la primera exhortación apostólica del Papa Francisco: “En virtud del bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en un discípulo misionero. Cada uno de los bautizados es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema evangelizador llevado adelante por actores cualificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados”. (EG120)

Abrimos un tiempo donde hablaremos insaciablemente de iglesia sinodal, aunque de nada nos servirá un debate que no aterrice en estructuras sinodales reales donde el pueblo fiel deje de ser receptivo y asuma el protagonismo de la misión.

Comencemos hoy a caminar juntos apoyados en el bastón del Buen Pastor y calzando las sandalias del pescador.

Juan Molina Rodenas
Párroco de El Bonillo y El Ballestero