Antonio García Ramírez
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26 de octubre de 2025
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Este último domingo de octubre, Cáritas nos trae la campaña “Nadie sin hogar”. Nos presentan datos reales del drama de tantas personas y familias que no tienen acceso a una vivienda digna. Esta campaña coincide con la proximidad del invierno, aunque, como vamos observando, también el verano a la intemperie es causa de mortalidad. En este día, dentro de las parroquias de nuestra Diócesis, se invitará a tomar conciencia sobre el problema de las personas sin hogar, una realidad que, lejos de aminorar, aumenta cada año.
Desde la Doctrina Social de la Iglesia, se considera a la vivienda como un derecho humano fundamental y un recurso esencial para la dignidad de la persona y la familia. La Doctrina Social de la Iglesia, desgraciadamente, es una gran desconocida para la opinión pública, incluso para los que formamos parte de la Iglesia. Sus principios han sido defendidos y difundidos por distintos pontificados. Dichos principios afectan directamente a las personas sin hogar, como son la dignidad de la persona humana, el bien común, el destino universal de los bienes, la solidaridad o la opción preferencial por los pobres.
El Magisterio de León XIII, Juan XXIII, Juan Pablo II, Francisco y ahora de León XIV está lleno de textos que defienden estos principios, que nacen del corazón mismo del Evangelio.
La campaña de este año tiene como lema “Sin hogar, pero con sueños”. Con él se quiere reforzar la idea de que detrás de cada cifra hay una vida, hay una historia. Hemos de superar la visión negativa que asocia el fracaso socioeconómico a una culpa o una causa individual. Así se piensa en muchas de las altas esferas de poder, donde se relaciona pobreza con vicio, falta de esfuerzo o de compromiso. La moral social católica apuesta por otros criterios y principios.
Las personas sin hogar son personas con sueños. Merece la pena detenernos y hablar con ellas, mirarlas a los ojos, preguntarles su nombre, compartir algo caliente y, si lo desean, escuchar sus historias vitales. Entonces, misteriosamente, el Dios de la vida, que se introduce en los sueños del mundo, nos comunicará cuánto hay por hacer para cumplir su voluntad.






