Manuel de Diego Martín

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7 de junio de 2008

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En el Capitolio romano hay un monumento a una loba que según la leyenda amamantó a dos niños huérfanos, llamados Rómulo y Remo que llegaron a ser fundadores de Roma ¡Qué buena loba que salvó la vida a dos pobres niños de la orfandad de una madre!

A lo largo de la historia se han dado casos en que ciertos perros han salvado las vidas de sus amos. Unos amigos me hablaron una vez de un perro que conocieron un perro que ante la muerte de su dueño no quiso separarse de él y allí permaneció inmóvil sobre la tierra de la tumba hasta morir de tristeza y hambre.

S. Francisco llamaba hermanos a los lobos y a todos los demás animalillos.

También, no sé con qué éxito, se han intentado transplantes de órganos de animales, sobre todo de los primates, para intentar salvar o aliviar la vida de los humanos. ¡Bravo, por esta buena relación de mutua ayuda y mutuo afecto entre humanos y animales!

Estos días se ha dado un salto de gigante en esto de relacionarse animales y humanos. El Parlamento británico aprobaba el otro día la utilización de embriones híbridos. Estos embriones son el fruto de la utilización del A.D.N. humano en la fecundación de óvulos de animales. Esta práctica se legaliza en vistas a un posible uso de estos embriones híbridos para curar enfermedades como pueden ser el Alzhaimer o el Parkison.

Ante estos hechos enseguida ha reaccionado la Academia Pontificia por la Vida, un Organismo de la Iglesia Católica, para calificar todo esto como una “monstruosidad” a la que ha definido como “mentira mediática sin base científica”.

Así pues en este tema, vemos claramente, que el hombre por el hecho de poder hacer una cosa, no tiene el derecho de hacerla. Hay unos límites que los marca el derecho natural y la Ética. Así como no puede haber estética sin ética, tampoco hay progreso donde se machacan todos los principios éticos. El Papa lo recordaba el otro día en la homilía del Corpus cuando decía: “No es suficiente avanzar, es necesario saber a dónde se va. No basta el progreso si no hay criterios de referencia. Es más se sale del camino, se corre el riesgo de caer en el precipicio o de alejarse de la meta”.

Así pues es necesario saber lo que significa ser hombre, conocer la esencia de los humanos, para ver lo que podemos compartir con los animales y lo que no. Así evitaremos que haya cosas que con apariencia de bien, a la corta o a la larga, nos lleven a nuestra propia destrucción.