Carmen Escribano Martínez

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18 de mayo de 2025

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En el mes de mayo en el que nos encontramos, la naturaleza se viste con sus mejores galas, y una salida al campo se convierte en un espectáculo hermoso y lleno de belleza, que ni el mismo rey Salomón, con toda su riqueza, podría igualar. No en vano hablamos de mayo como mes de las flores, y lo iniciamos honrando a nuestras madres.

Durante este mes, en muchas localidades se celebran romerías, procesiones, novenas y ofrendas de flores para exaltar a nuestra Madre, que en cada localidad se venera con una advocación distinta. Hoy se celebra la romería de la Virgen de los Remedios, que tanta devoción suscita en La Roda, Fuensanta y alrededores. Como buena madre, la Virgen nos une, disculpa nuestros errores y nos acompaña siempre, queriéndonos incondicionalmente y mostrándonos el camino hacia Jesús.

A los gritos y vítores entusiasmados durante la romería, suceden los momentos de oración, silencio y contemplación ante la imagen de la Virgen. Nuestras intenciones, preocupaciones y desvelos los ponemos a sus pies, y delante de Ella presentamos nuestra vida. Muchas veces se nos escapan las lágrimas, porque todos llevamos en el corazón algunas penas y tristezas que compartimos con Ella.

Junto a estos momentos de intimidad personal, también nuestra Madre nos une en las celebraciones para que comprendamos la importancia de la comunidad, de irnos conformando como la familia de fe que se apoya y que se hace fuerte. Los acontecimientos que la Iglesia ha vivido últimamente, con la ordenación y nombramiento de nuestro Obispo, y la elección del nuevo Papa, nos han mostrado la fuerza de la comunidad cristiana que, guiada por el Espíritu Santo, camina como Pueblo de Dios unido y sostenido por la Madre que siempre alienta.

Ahora es importante hacer silencio y, al igual que la Virgen, ir guardando todo en nuestro corazón. Este silencio agradecido tiene un eco de fondo que nos dice que debemos estar “a favor de obra” y querer a nuestra Iglesia siempre, poniendo por encima de todo la misión de mostrar y llevar el rostro de Dios a nuestro mundo.