Manuel de Diego Martín
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22 de noviembre de 2008
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Hace unos días dio una rueda de prensa, Mª Presentación López Vivar, la religiosa misionera que sufrió la amputación de sus dos piernas como consecuencia de unas bombas caídas en su dispensario. La causa es la guerra civil encarnizada que se da entre los rebeldes tutsis y el gobierno del Congo.
Con dos cosas me quedo del entrañable mensaje de nuestra querida misionera. En primer lugar su temple cuando nos dice que si puede ser útil, volverá. Sin piernas, o como sea, volverá para seguir ayudando a los más pobres del mundo, que ahora sin duda son los pobres congoleños terriblemente machacados por una violencia irracional.
En segundo lugar me llegó al alma que nos diga que es necesario despertar la conciencia internacional ante el genocidio que se está viviendo. Hace falta la ayuda de la ONU. No es de recibo tanta pasividad. ¿Cómo puede dejarse a tanta gente morir por la violencia o por el hambre como si allá no pasase nada? Esto que sigue no lo dice la hermana, me atrevo a decirlo yo. ¿Cómo pueden los grandes entretenerse en gastar cantidades astronómicas para decorar cúpulas de la ONU y después fastos de inauguración? Qué poco gusto me ha dado ver a nuestros Reyes y gobernantes extasiados contemplando los frescos, cuando ese dinero debería ir a fondos sociales para el desarrollo. Tal vez, si se ayudase más a los pueblos pobres, habría menos conflictos bélicos.
La hermana Presentación es burgalesa, es de mi tierra. Y mira por dónde, me encuentro con la hermana Severina, religiosa del Ave María, que está dando su vida a los más pobres en el Cerrico la Horca de Albacete y me dice que Presentación es de su pueblo, compañera de escuela. Añade que en su pueblo Tovar, del partido de Villadiego, había una escuela única, con un sólo maestro con más de setenta niños/as. Que de allí han salido más de veinte misioneros/as que están haciendo el bien en el ancho mundo.
Cuando hay gente interesada en hacernos creer que la Iglesia no ha hecho nada, o lo que hace, lo hace mal, es bueno hacer un poco memoria para ver que a la sombra de los campanarios crecieron muchos niños y han salido mucha gente, que aún sin piernas, como la hermana Presentación, quieren seguir haciendo todo el bien posible a los más pobres del mundo.