Manuel de Diego Martín
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11 de febrero de 2012
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]S[/fusion_dropcap]imone Weil, una escritora francesa de nuestro tiempo, decía que hay necesidad de pan, pero no más que de otras realidades: “La necesidad de verdad, decía, es más sagrada que ninguna otra”.
Podemos entender esto diciendo que no se trata sólo de sobrevivir, sino de vivir en la verdad, que se traduce en vivir con dignidad humana. Urge, por tanto, conseguir que cada hombre tenga su pan y su agua, para que luego pueda buscar también su destino en el mundo y encontrar esperanza ante la muerte viviendo la alegría de la vida.
Hoy estamos celebrando el “Día de Manos Unidas” con su consabida campaña contra el hambre. Salgamos al encuentro de todas las hambres que sufren los humanos. Que todos puedan conseguir su pan y su verdad. Que puedan vivir en la dignidad a la que están llamados como hijos de Dios. “La gloria de Dios, decía S. Ireneo, es que el hombre viva”.
Estos días hemos visto en los medios de nuestra ciudad cómo se están reduciendo los albergues para nuestros inmigrantes. Como no hay dinero para tenerlos como se debe, pues los cerramos y que cada quien se busque la vida. ¡Pobres criaturas, en qué situación se están quedando estos chicos! Leí el otro día un reportaje sobre el modo en que están viviendo muchos de ellos y me costó mucho poder conciliar después el sueño.
Conozco a bastantes chicos africanos. Estuve diez años en África negra, y sin querer donde hay un muchacho de color se me van los ojos y el corazón. Nos tiene que doler mucho que estos africanos se vayan quedando sin techo y sin pan. Y si duro es que estos chavales tengan que sobrevivir entre nosotros sin apenas pan, hagamos lo posible para que puedan vivir en la verdad. Es decir, puedan vivir con un mínimo de dignidad, no les arranquemos el alma.
Estos jóvenes, en sus pueblos, con sus familias, estarían infinitamente mejor. Entre sus gentes vivirían los grandes valores de la familia africana: la veneración y el respeto hacia los viejos, el deseo de formar una familia y tener niños, el amor a la tierra cultivando sus campos, celebrar sus fiestas, danzar al ritmo de los tantanes… Aquí tenemos unos usos, unos abusos y unos consumos que les están helando el alma. Que sus cuerpos aunque pasen frío, puedan contener almas cálidas.
En esta hora actual de una crisis que no cesa, un buen hacer de “Manos Unidas” sería ofrecerles ayuda para poder volver a sus casas. Que nuestro dinero vaya encaminado a esas tierras con planes de desarrollo para que puedan vivir allí con más pan, más verdad y dignidad humana. Aquí vemos cómo los pobres se están quedando sin pan, y lo peor de todo, es que se están quedando sin alma.