Manuel de Diego Martín

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9 de julio de 2011

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Esta semana se ha cumplido el primer aniversario del negro día en que fue aprobada la nefasta y cruel ley del aborto. Esta ley tiene un margen tan amplio para matar que coloquialmente se la conoce como “ley de barra libre para abortar”.

Con esta ocasión se han se han celebrado a lo ancho de la geografía española multitud de manifestaciones para defender la vida. El domingo pasado asistí a la manifestación que se celebró en la plaza del Altozano en Albacete convocados por la plataforma “Derecho a vivir”.

Se leyó un manifiesto elaborado por la plataforma nacional. Mientras escuchaba, me preguntaba a mí mismo cómo es posible que en la conciencia del hombre se puedan borrar tan fácilmente las fronteras del bien y del mal. ¿Cómo es posible que se puedan perpetrar estas atrocidades y se vea esto como la cosa más normal del mundo, incluso se la quiera colorear como un acto responsable ante un derecho de libertad? El Constitucional dictaminó que defender la vida del “nasciturus” es un bien social. Ya puede decir este lo que quiera que nosotros haremos lo que nos parezca.

Me impresionó escuchar los negocios millonarios que tienen las clínicas abortistas con todo este tema. Y no menos me produce pena y confusión que los poderes públicos subvencionen ayudas a aquellas mujeres que quieran abortar, pero a las asociaciones que luchan para que las mujeres salgan adelante respetando la vida que llevan es su seno, para ellas ni un ochavo.

Al final del manifiesto se abrió una esperanza. El Jefe de la oposición ha prometido que si llega al poder cambiará esta ley. Dios le oiga y todos nosotros se lo recordaremos para que no olvide la promesa. Parece que jóvenes indignados han tomado la plaza del Sol para protestar contra esta ley. ¡Qué bien entiendo su protesta, pues su indignación es también la mía!